La suerte del señorito
La Canaleja ·
Malos tiempos para los señoritos de arraigo, pero excelentes para los nuevos, sin gomina en los rizos de la nuca pero con moño a media alturaNo hay aldea, pueblo o ciudad que se precie que no haya contado o aún cuente con señorito, cacique o marqués; un 'influencer' jefe para entendernos en este tiempo. Un personaje que siempre, por bendita casualidad, tiene la suerte de que los intereses generales coinciden con los suyos particulares. Que si construyen una carretera, por fortuna bordea su finca o, por aún más ventura, la atraviesa y recibe un generoso justiprecio por el terreno. La vida es así con quien la entrega por su patria, sus convecinos y su cartera.
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Sin embargo, la buena estrella de estos tipos parece que pasa una zona sombría. Ya casi no hay obra pública a la que unir su destino bienaventurado, y, además, los insensibles políticos se empeñan en arrancar con impuestos –Patrimonio y Sucesiones y Donaciones, lo llaman– la fortuna de sus antepasados.
Malos tiempos para los señoritos de arraigo, pero excelentes para los nuevos, sin gomina en los rizos de la nuca pero con moño a media altura. Y con las mismas costumbres y, sobre todo, idéntico concepto afortunado de la vida: los intereses generales –¡oh casualidad!– coinciden con los míos particulares. Si tengo un trío de hijos, pues miren qué cosas, que se reactivan las ayudas fiscales, pero a familias de tres criaturas, no a las de menos, por sosos y faltos de puntería, ni a las de más, por excesivos.
Y si he comprado un casoplón eso de que el Estado cobre mordida a mis deudos por heredar, no es razonable y quitaremos el impuesto de Sucesiones porque perjudica a los hijos de los obreros que accedieron a una vivienda digna. Pero eso ya será en unos años cuando otra vez el caprichoso azar haga coincidir el interés general con el mío, que parece cosa de brujas la suerte que tiene el señorito.
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