Hace dos siglos, en lo que los angloparlantes llaman la Guerra de 1812, un ejército del Reino Unido quemó el senado y el congreso (el ... Capitolio) de los Estados Unidos, en Washington D.C. Luego, los soldados de su majestad, el rey Jorge III, marcharon por la avenida Pennsylvania a 'la mansión presidencial', como era conocida en aquella época. El presidente, James Madison, no estaba en casa, pero no importó tanto. (La verdad es que los británicos tampoco iban de visita social.) Había señales de que había abandonado el hogar con bastante prisa, dejando la comida puesta en la mesa del comedor sin tocar. Después de comérsela, también quemaron la residencia. En consecuencia, el edificio quedó tan sucio, con el humo y el fuego, que, cuando lo renovaron dos años más tarde, lo pintaron de blanco, para quitar las manchas. A partir de entonces, la gente empezó a llamarlo 'la casa blanca'.
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Recordé esta anécdota la semana pasada cuando una muchedumbre saqueó el parlamento americano, ya por la segunda vez en su historia. Increíblemente, este último ataque vandálico no ha sido por militares de un país enemigo, si no por unos 'patriotas' ignorantes, y mal dirigidos por el mismísimo presidente. Como cambian los tiempos.
Aparte de tener miedo, los seguidores de Donald Trump están muy enfadados. Muchos han perdido su trabajo, otros han sufrido una bajada de sus sueldos, y todos creen que la sociedad les ha olvidado. Trump, el gran charlatán, entró en la política diciendo a esta gente desesperada que estaba a su lado, y ellos le tomaron por el Salvador. En su inocencia, hacen lo que él mande con la fe ciega de los convertidos. Eso no es bueno.
Siendo un mal perdedor, desde las elecciones presidenciales, en noviembre, Trump ha dedicado su tiempo a poner a los suyos de los nervios, cultivando su furia con falsas acusaciones de un sistema corrupto y denunciando de un 'big steal' (un gran robo) a sus contrincantes. Por fin, el miércoles pasado, cuando su ídolo naranja les dijo «Vamos a andar por la avenida Pennsylvania, vamos al Capitolio» estaba clarísimo lo que quiso hacer, y todos hemos visto los resultados: cinco muertos, incluyendo un policía y una ex soldado, y muchas ventanas rotas.
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Ahora, solo hace falta encontrar a los culpables, para llevarlos a los tribunales. No debe ser tan difícil identificarles: siendo negacionistas, no llevaban mascarillas y pueden verse sus caras sonrientes en las fotos que ellos mismos han puesto online.
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