Después de más de 50 años enseñando a los niños a contar hasta diez y a distinguir la letra «A» de un ataque de ansiedad, ... Barrio Sésamo será finalmente fulminado. ¿El malvado? No fue Triqui, el monstruo de las galletas, ni Gustavo, el batracio reportero; fue Donald Trump, el magnate reconvertido en sátrapa, que vino no solo a jugar con marionetas, sino a hacerles recortes quirúrgicos con motosierra.
Publicidad
La Corporación de Radiodifusión Pública, esa reliquia del «comunismo educativo» donde los niños aprendían valores gratis y sin anuncios de armas, ha sido declarada innecesaria por la administración. Porque ¿para qué gastar dinero en cultura infantil cuando se pueden inflar presupuestos militares para proteger al país de peluches rojos? Mientras el Congreso debate si vale la pena invertir en educación o simplemente meter a todos los niños en Walmart para que aprendan economía de mercado en la vida real, Epi y Blas preparan currículum para acomodarse en otro catre. El conde Drako chupará menos sangre que la pandilla que desgobierna el país y el resto del mundo. Coco, por su parte, ha repudiado el nihilismo y votará en las próximas elecciones. Al fin y al cabo, ¿quién necesita educación pública cuando tienes YouTube Kids y un iPad pegado a la cara del niño desde los seis meses? Trump nos enseña una valiosa lección: contar sí, pero solo bitcoins. El abecedario, si no viene en forma de siglas bursátiles, que lo aprenda otro.
Despidámonos del último rincón de ternura y limpieza de la televisión estadounidense. Barrio Sésamo no encaja en un país donde los únicos valores públicos que importan son los del frenopático oval. Aun así, lo veremos en Netflix, y todas las televisiones públicas decentes deberían hacer lo mismo. Incluso la española, desnortada como pocas.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión