Redistribución global
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«Probablemente si el mundo desarrollado se hubiera preocupado de vacunar a los países indigentes, no estaríamos hoy victimizados y agredidos por un virus que ha surgido de la indolencia de los ricos hacia los ciudadanos pobres del planeta»
Las modernas tendencias económicas conducen a considerar la equidad como un factor de producción. O, dicho de otra manera, la integración de las capas sociales ... inferiores, la reducción de las diferencias sociales, incrementan la productividad. De modo que las políticas sociales no perturban el desarrollo económico, como habían dicho y siguen diciendo con pertinacia insolente los liberales radicales, sino que contribuyen a él. Las razones son muy variadas, pero las principales son psicológicas: el trabajador solo rinde verdaderamente cuando se implica en su trabajo, cuando se siente estimulado por los incentivos, cuando participa en el designio empresarial.
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Este criterio es cada vez más evidente en el terreno interno de los países, con su marco jurídico específico que se perfecciona de acuerdo con tales postulados ideológicos. Sin embargo, la equidad, la idea de redistribución -del establecimiento de canales entre ricos y pobres mediante la cooperación y las inversiones a riesgo- debe acabar siendo global para resultar productiva y para generar un mundo habitable.
Tenemos ante los ojos la viva imagen de lo que resulta de la insolidaridad: la última variante de la covid, el ómicron, proviene de África, un país en que el porcentaje de vacunación de sus más de mil millones de habitantes no llega a los dos dígitos todavía. Probablemente si el mundo desarrollado se hubiera preocupado de vacunar a los países indigentes, no estaríamos hoy victimizados y agredidos por un virus que ha surgido de la indolencia de los ricos hacia los ciudadanos pobres del planeta.
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