Pasando el ecuador
El Gobierno de coalición fue más fruto de la necesidad que de la convicción y el deseo, al menos si nos atenemos a las intenciones manifestadas previamente. Y, sin duda, se ha notado
El ecuador de la legislatura, quiero decir. Porque como el tiempo va que vuela, estamos ya en la mitad, mes arriba o abajo, del periodo ... que marca el transcurso de la vida política. Parece que fue ayer, pero hace ahora dos años estábamos en aquel impase tan incómodo que fue de unas primeras elecciones, en abril de 2019, a su repetición, en noviembre de 2019, ya que en el primer intento no fue posible la formación de gobierno. Por estos días todo eran cábalas sobre un próximo debate de investidura, que resultó frustrado, y sobre lo que pasaría a la vuelta del verano. Y no pasó nada, salvo el tiempo que marcan las leyes para repetir las elecciones, como así ocurrió aquel mes de noviembre, tras lo que se formó el Gobierno de coalición.
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Así que dos años ya, absolutamente imprevisibles entonces, teniendo en cuenta lo que ha sucedido en este tiempo, que es mucho, pero que se puede reconducir a dos factores fundamentales, que son un gobierno de coalición y una pandemia, y a otro de alta incidencia, como es el problema catalán; casi todo lo demás, habiendo cosas importantes, es relativamente secundario comparado con ese binomio más el añadido.
Digamos que el gobierno de coalición fue más fruto de la necesidad que de la convicción y el deseo, al menos si nos atenemos a las intenciones manifestadas previamente. Y, sin duda, se ha notado; es cierto que faltaba experiencia, que siempre hay una primera vez, que nadie dijo que fuera a ser fácil, pero, cuando no hay convicción, se termina notando. No me detendré en rememorar las ocasiones más sonoras de fricción, a veces en temas fundamentales en los que un Gobierno debe expresar una sola voz, aunque también hay que reconocer que los esfuerzos, y las cesiones, para encontrar puntos de contacto en las diferencias han sido amplios.
En este último periodo, tras la salida del que era referencia de Podemos en la vicepresidencia, los decibelios del desencuentro ruidoso parecieron descender. Pero eso no quiere decir que, porque baje la estridencia, la tranquilidad y la unidad de propósito están garantizadas. Más bien se percibe que algunos de los temas relevantes en que se manifiesta disparidad siguen estando como estaban; así, la reforma laboral, el salario mínimo, o el alquiler. Otros se han encauzado, aunque no está claro que haya sido de forma definitiva y satisfactoria, como es el caso de las leyes relacionadas con las políticas de igualdad y género, en sentido amplio. Y otros se han dejado en la discreción convenida, seguramente por la mutua convicción de la inoportunidad de exhibirlos, como sería el caso de esas cuestiones de alta sensibilidad que afectan a la forma de Estado o a las bases de la política institucional o territorial. Así que será interesante observar la evolución en el segundo tramo de la legislatura, a medida que se acerque el sonido de los tambores electorales y los agentes de la coalición acomoden el paso de su respectiva identidad a lo que consideren que son sus intereses estratégicos en esos momentos. Como también será la primera vez que esto ocurra, la prueba de resistencia ofrecerá episodios impredecibles.
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El otro factor esencial, el de la pandemia, está llamado a mantener incidencia muy intensa; sin duda, más de lo que la sociedad en su conjunto desearía y, también sin duda, más de lo que el propio Gobierno predecía o preveía, las dos cosas. Si miramos hacia atrás, después de aquel infausto periodo en que el confinamiento, el estado de alarma, el toque de queda y las restricciones de la movilidad, se fueron sucediendo y yuxtaponiendo, se extendió la idea de que ya todo era gestión autonómica, ganar tiempo y vacunar, y hasta el símbolo de la mascarilla perdió fuerza, por cierto, más en los mensajes oficiales que en la práctica ciudadana. No sé si a día de hoy podemos mantener el nivel de confianza, incluso a corto plazo; porque no es buena señal que la información cuantitativa sobre la quinta ola esté quitando cada vez más espacio a la información cuantitativa sobre el proceso de vacunación.
Será interesante observar la evolución en el segundo tramo de la legislatura, según se acerque el sonido de los tambores electorales
Que la gestión de la pandemia ha ido teniendo efectos políticos, de mayor o menor calado y de uno u otro signo, para los distintos gobiernos, tanto el central como los autonómicos, no ofrece duda. Ahí están, como más reciente test, los resultados de la votación en Madrid para confirmarlo. Y es perfectamente comprensible que el Gobierno de la nación busque sacar rendimiento a los elementos que están bajo su control; esto es, la reedición de un nuevo presupuesto aprobado, la aplicación de los fondos europeos, el impulso de la recuperación económica, la iniciativa legislativa en temas que pueden marcar diferencia, sea la eutanasia, el género o la memoria. El problema, uno de los problemas, es que una estrategia de intensificación de medidas y de presencias, pensada para compensar los efectos negativos de la pandemia y con la intención de ejecutarla en la postpandemia, se vea diluida precisamente porque falla el escenario; o sea, porque, al menos durante un tiempo indefinido, no haya postpandemia, justamente el tiempo en que se podrían compensar los efectos negativos antes de que el otro escenario, el preelectoral se eche encima. Otra prueba de resistencia a observar.
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Tras estos dos factores, que consideré fundamentales, está el problema catalán; con muchos flecos y muchas derivadas, pero hoy materializado en los dos signos más visibles, como son el reciente indulto y la inminente puesta en marcha de la mesa de diálogo. Cada uno con sus ingredientes. Del indulto casi todo está dicho y casi todas las posiciones adoptadas, y con firmeza en uno u otro sentido; falta por ver, también en el medio plazo, si los invocados efectos positivos para la convivencia se traducen en algo más de concordia, ya que no en reconducción de objetivos, como bien se ha podido percibir tras la liberación de los condenados. La mesa de diálogo tiene otro problema: lo que para una parte es, y parece serlo, objetivo irrenunciable (amnistía, autodeterminación, referéndum de independencia), para la otra es, y debe serlo, límite infranqueable; si es así, no está nada claro cuánta distancia se puede recorrer en ese camino de diálogo, pero no parece que mucha, salvo imprevistos. Lo que entonces estará por ver es qué consecuencias puede tener el eventual bloqueo ya en la cercanía electoral. Los riesgos son los que son, y aunque se haya dicho hasta la saciedad que el mayor riesgo era no hacer nada, ni indultar ni sentarse a esa mesa, tampoco es un dogma que asumir riesgos sea siempre lo más prudente, sobre todo si hay conciencia previa y clara de los límites.
Y, por fin, y por decirlo todo, este paso del ecuador, además de por lo que he considerado fundamental, está también marcado por ese otro factor, tan efímero unas veces, como inquietante otras, que son los sondeos de opinión. En efecto, la mitad de tiempo que queda de legislatura aún es mucho tiempo. Pero hay una tendencia ya bastante reiterada: que lo que hay a la derecha del mapa político va ganando espacio frente a lo que hay a la izquierda. Y hay una causa bastante contrastada: que lo que había en el centro se está yendo casi todo hacia la derecha y casi nada hacia la izquierda. Dicho con pelos y señales: que prácticamente todas las manzanas que se caen del árbol de Ciudadanos, que son muchas, las recoge el Partido Popular y casi ninguna el Partido Socialista; de modo que la suma del PP y Vox va dando más que la suma del PSOE y Podemos, con minorías de todo tipo en un lado o en otro, visto todo ello con esa perspectiva de bloques y frentes, que a mí en particular nunca me pareció alentadora para desarrollar una buena política de interés general. Y la cuestión es que esta tendencia de los sondeos tiene un precedente, que no es un sondeo, sino una votación real, la del 4-M en Madrid.
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Ahí lo dejo, que se dice mucho ahora. Porque este análisis de tendencias se irá actualizando tras el verano y dará mucho que hablar; qué digo mucho, muchísimo. En cierto modo, es la madre del cordero de la actividad política, aunque no se reconozca expresamente, por si acaso
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