EFE

Mujeres y territorio (otra visión de la España vaciada)

«El enraizamiento de las mujeres a la tierra no resulta ser cosa novedosa, por mucho que –en los últimos tiempos– la llamada 'masculinización' del campo (acompañada de un progresivo envejecimiento) sea un hecho»

Luis Díaz Viana

Valladolid

Sábado, 1 de octubre 2022, 00:07

El campo se encuentra en una situación que parece cada vez más insostenible: a la sequía y otros nefastos efectos provocados por el caluroso clima ... que venimos padeciendo desde el pasado mayo, se unen los desmesurados costos de producción, que van de la subida del gas a la de los fertilizantes. El campo se vacía –lleva ya mucho tiempo vaciándose–; se abandona y empobrece; sigue siendo generalmente olvidado o –muchas veces– incomprendido por las políticas trazadas desde unas y otras instancias: de las autonómicas a las europeas, pasando por las nacionales. Pero todavía muchos hombres y mujeres resisten, permanecen en su tierra a pesar de que las circunstancias se muestren adversas; de que el futuro no pinte nada bien -con sus noticias de guerras y escaseces-; o el invierno se adivine largo y duro en este nuevo y viejo mundo que avanza vacilante entre bruscos cambios y enorme convulsión.

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En los reportajes que empiezan a aparecer en las cadenas de televisión sobre esta preocupante situación de ganaderos y agricultores en nuestro país, es de notar que la mitad de las personas entrevistadas son mujeres. Se deba ello a una positiva evolución en el criterio de los entrevistadores o a una improbable variación demográfica a favor del crecimiento de la población femenina del medio rural en época reciente, lo que tales grabaciones evidencian es su decisiva presencia en el campo; una realidad que –durante años– se diría haber estado casi oculta o falseada.

Porque el enraizamiento de las mujeres a la tierra no resulta ser cosa novedosa, por mucho que –en los últimos tiempos– la llamada 'masculinización' del campo (acompañada de un progresivo envejecimiento) sea un hecho. Ellas fueron las primeras en empezar a irse, las que luego con fuerte voluntad –en algunos casos– manifestarían su deseo de volver y las que, ahora, más se resisten –también– a abandonar y marcharse. Pues, aunque algunos así lo piensen y otros den la impresión de haberlo decretado, España no está vacía, sino vaciándose.

Y, si no se ha vaciado ya del todo, seguramente es gracias a las mujeres. Siempre han trabajado –salvo las de las clases más elevadas, pero en ese caso tampoco lo hacían los hombres–; aportaron y aportan un sustancial apoyo a la 'unidad de producción' formada por la familia, siendo –en no pocas ocasiones– el eje que lo vertebraba; continuaron y continuarán ahí.

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Pues el que las esposas suministren un salario para el sustento familiar tampoco es un invento contemporáneo. Ni siquiera de los siglos más recientes. Se viene cuestionando, con el ímpetu que proporciona una documentación ya abrumadora, aquella visión de la historiografía más convencional según la cual hasta la llegada de la industrialización no se habría producido la incorporación femenina a los trabajos no domésticos.

Por el contrario, se encuentra más que probada la importancia del papel laboral de las mujeres en las sociedades preindustriales. Y, especialmente, en el campo. Lo que, sin duda, quiso ser alterado u omitido por la 'retradicionalización franquista' y la 'resignificación del folklore', al imponer un ideal de mujer como 'esposa y madre', con una esfera bastante reducida de proyección laboral y social; si bien se les permitiera 'lucir patriotismo' cantando o bailando en los coros y danzas.

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Sin embargo, la colaboración de ellas en los trabajos relacionados con el cuidado de los ganados o el cultivo del agro era de un uso corriente, dependiendo –eso sí– del tipo de economía y las distintas regiones.

Acaba de publicarse en la Editorial Páramo un libro muy esclarecedor de sugerente título, escrito por Maria-Àngels Roque: 'Amazonas y serranas. Guardianas del territorio materno'. En él la autora muestra la conexión entre la uxorilocalidad, el comunalismo y el destacado papel femenino, sancionando y haciendo cumplir las leyes consuetudinarias de un ámbito geográfico concreto: el de las sierras burgalesas y riojanas. Allí donde las mujeres se hallaban solas gran parte del año al dedicarse los maridos a la carretería y la trashumancia. Donde, como amazonas de los mitos, ellas fueron propietarias o señoras de pinares y de campos.

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