Uno de los restos que se encontraron en el cuadro 58 del cementerio de El Carmen en 2016. JUAN MEDINA-REUTERS

Memoria

«Todos los días hay quien llora, maldice se quiebra o incluso se alivia de camino a un cementerio»

Antonio G. Encinas

Valladolid

Domingo, 17 de abril 2022, 00:36

Siempre hay, a pie de tumba o de nicho, alguien que se sumerge en silencio y nostalgia para frotar una lápida, cambiar flores, quizá susurrar ... una conversación con el vacío. Igual que la esperanza, el miedo y el drama se citan cada día, puntualmente, en las plantas de los hospitales, aislados de un resto del mundo que sigue ensimismado a sus cosas, todos los días hay quien llora, maldice, se quiebra o se resigna, o incluso –qué cosas– se alivia, de camino a un cementerio. Allí su dolor más o menos intenso quedará grabado en piedra o en metal con un nombre, dos apellidos y una fecha.

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En El Carmen, el 14 de abril, había familias limpiando; una lápida un poco hundida que acogía un charco; decenas de miles de nombres y fechas que un día fueron solo nombres sin fecha de caducidad. En muchas de las tumbas grandes se adivinaban, por ejemplo, los estragos de la gripe española, capaz de arrumbar un linaje entero. En otras se vislumbraban las generaciones. Los bisabuelos allá, los abuelos debajo, uno de los progenitores demasiado pronto, quizá un hijo infortunado.

Y en un gran número de ellas, «propiedad de». Y los apellidos.

«Propiedad de».

Qué paradójico tener una propiedad cuando de nada puedes apropiarte.

En uno de los cuadros, el 63, emergía una carpa blanca chirriante en ese paisaje de cruces, piedra y musgo. Debajo, una fosa. Y en ella, calculan, 150 cuerpos. Se sabe incluso sus nombres. Y cuándo murieron. Y por qué. Pero no se sabía dónde estaban. No tienen una tumba «propiedad de» para que alguien, un día cualquiera, vaya, cambie las flores, acicale la piedra. Lo llaman memoria histórica. ¿Y por qué no?

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