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Carta del director

Otra vez las mareas blancas

«La sanidad es un problema de país, de larguísimo recorrido, detectado hace muchísimo tiempo y de una complejidad inabarcable para atacarlo a escala regional»

Ángel Ortiz

Valladolid

Domingo, 19 de febrero 2023, 00:00

Ni sé las veces que he escuchado esa metáfora que define el sistema sanitario español como «la joya de la corona» del estado del bienestar ... en nuestro país. Sin embargo, me atrevería a decir que en otras tantas ocasiones, o más, he asistido también a debates relacionados con el progresivo deterioro de las condiciones en las que la ciudadanía es atendida por ese mismo sistema sanitario público, sea de manera directa o indirecta, o sea, a través de subcontratas con centros privados. Últimamente, la víctima propiciatoria señalada por pacientes, políticos y profesionales, a todos los niveles, es Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. Le han organizado dos protestas masivas en el centro de la capital, la última hace una semana, y lo que queda es el mensaje de que la sanidad en Madrid es un desastre.

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«Las marchas por la sanidad pública desbordan Madrid», titulaba El País el lunes pasado. Si uno observa los datos oficiales relacionados con la cobertura asistencial, las listas de espera, el número de profesionales, incluso los presupuestos asignados por cada comunidad autónoma, todos ellos accesibles a través del Ministerio de Sanidad o las distintas administraciones regionales, cuesta mucho concluir que haya diferencias relevantes entre unas y otras; o entre las gestiones de unos partidos y otros. Solo hay dos territorios, País Vasco y Navarra, que destacan para bien. Pero como lo hacen en otro montón de aspectos socioeconómicos. Ello obedece, además de a otras cosas, a que tienen mucho dinero, autonomía, centros tecnológicos y de innovación y un fuerte sentido identitario.

Esos datos oficiales dicen, por ejemplo, que a junio del año pasado el peor sitio para operarse de prótesis de rodilla era Castilla y León, donde un 44% de los pacientes esperan más de seis meses. Pero es que en Aragón esa proporción era de un 41%. Si analizamos la lista de espera quirúrgica general en la misma fecha, ocho comunidades superan la media de porcentaje de pacientes (17,6%) que esperan la llamada de quirófano más de seis meses: Castilla-La Mancha, Cataluña, Aragón, Canarias, Castilla y León, Extremadura, Cantabria y Baleares, por este orden. No parece razonable que el PSOE, que gobierna en la mayoría de ellas, alardee de una gran gestión en ese sentido. En País Vasco, por cierto, la misma tasa no llega al 4%. Madrid tiene un problema objetivo con la atención primaria, si no sustancialmente mayor que en el resto de comunidades, sí más sensible por cuanto sus consultas en el médico de familia son las peor valoradas.

El barómetro sanitario de marzo del año pasado así lo constataba. Los 7.400 encuestados otorgaban una nota media de 6.23: Madrid con un 5.99 y Andalucía con un 5.89 fueron las peor calificadas por los usuarios entrevistados. Pero conviene recordar que en enero de 2017, cuando se sucedían las mareas blancas por la sanidad en Andalucía, Susana Díaz, presidenta de la Junta en aquel entonces, decía lo mismo que ahora sostiene Ayuso: «Aquí hay una manipulación política, es evidente».

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La sanidad es un problema de país, de larguísimo recorrido, detectado hace muchísimo tiempo y de una complejidad inabarcable para atacarlo a escala regional. No se va a resolver mañana ni pasado, menos aún sin un pacto de estado que lo despolitice de cuajo. Se sabe que faltan médicos (y más que faltarán) desde hace décadas. Se sabe que no hay una máquina para fabricarlos porque, por lo demás, no es lo mismo encontrar personas con las capacidades necesarias para usar un fonendo que para arrancar una desbrozadora. El sistema MIR es un filtro estatal de máximas garantías, pero que a su vez condiciona, por sus lógicas rigideces, la velocidad de adaptación y renovación de perfiles. Los recursos per cápita en atención sanitaria se ordenan en rankings que obvian el envejecimiento de la población, su dispersión, su acceso a seguros privados en función de sus ingresos...

Simplificarlo todo denostando la privatización es, como poco, infantil. Los servicios de salud públicos de todas las administraciones, da igual el color político, tienen determinadas áreas privatizadas, como los servicios de emergencia, y llevan años y años aligerando listas de espera en hospitales privados. Una marea blanca puede funcionar como arma electoral, puede reorientar el debate público, puede servir de arma arrojadiza contra un líder, vale. Pero es insostenible desde un punto de vista práctico si acaba convirtiendo un problemón como el de la sanidad en una cosa de rojos y azules.

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