De Adolfo Suárez a la IA
«Son muchos los profesores que empiezan a ver en este río revuelto una buena oportunidad para recuperar la oralidad, que estaba un poco apartada»
El pasado fin de semana vimos la serie 'Anatomía de un Instante', de Javier Cercas. Tenía el plan montado con mi mujer una vez ... que se acostasen los niños, pero mi hijo mayor Dimas, (ese que parece que tiene muy claro su futuro profesional), se apuntó también sin que pudiéramos negárselo.
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No hicimos maratón, vimos la serie en dos días porque, aunque uno todavía es joven, hay momentos en los que el mayor placer es el dormir.
Dimas tiene 10 años, vive en un mundo feliz y él en general, es niño muy feliz y disfrutón, esa es seguramente su mayor virtud, poseer una alegría fuera de lo normal que le permite vivir la vida con tanta intensidad que provoca que los demás en nuestro día a día, nos sintamos unos parias.
Absorbió la serie como una esponja, hasta tal punto que el sábado ante las regañinas que se llevó, porque él y su hermano las mangaron y gordas, me repetía, «sí, vale, lo siento, pero me dejas ver a Adolfo Suárez esta noche».
La serie parecía un paso de Semana Santa de vuelta a su iglesia porque había que parar cada poco para que su madre contextualizara y le explicara aquello de la manera más objetiva. Todo eso que ocurrió no hace mucho pero hoy en día nos parece tan lejano e irreal.
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Recuerdo que en casa de mi tío Maxi cuando entrabas al recibidor tenía una foto con Adolfo Suárez y Luisito Aznar, los tres con pitillo en mano.
Busqué esa foto en concreto y se la enseñé en el teléfono junto con otra de su tío por parte de madre Iñaqui Morán. Eran los inicios de aquel Centro Democrático y Social, (artificieros de aquel pacto cívico que, provocó que en León que se unieran Alianza Popular, socialistas y centristas para bajar a Juan Morano. Como diría el genial Sr. Ortiz, León siempre León. Efectivamente.
Dimas atraído por este mundo del periodismo quedó alucinado de que Maxi e Iñaqui conociesen a Adolfo Suárez. Lo de Carrillo y Tejero, ya se lo contaré otro día.
La IA, más conocida como inteligencia artificial, ha irrumpido en las aulas con un impacto aun mayor que en el mundo empresarial. Todo el mundo usa la IA, para saber si tiene bien los análisis de sangre, si el coche está bien valorado por el concesionario o para aprender a sumar ángulos.
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Los profesores se enfrentan a un nuevo miedo. Y no es otro que los alumnos hagan los deberes sin aprender utilizando únicamente estas herramientas. Es decir, ya no vale que pongan cinco ejercicios o nos pidan una redacción del fin de semana, si van a tener a mano la solución y por supuesto, la van a copiar.
¿Qué sentido tiene pedir una tarea que el alumno puede realizarla sin aprender nada?
Curiosamente son muchos los profesores que empiezan a ver en este río revuelto una buena oportunidad para recuperar la oralidad, que estaba un poco apartada. Algo obvio ¿verdad? Pues ya les digo que hay papás y mamás, por no decir proyectos de 'Afas', que cuestionan las clases de oratoria y ven más importante poner una fuente de agua bajo techo para que cuando llueva puedas beber sin mojarte el cartón.
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Yo soy de los convencidos de la necesitad de incorporar lo nuevo a los colegios, sencillamente para que las aulas no sean demasiado diferentes al mundo que está ahí fuera.
Pero siempre buscando el equilibrio y sin abandonar la memoria y sobre todo la reflexión.
Desconozco si estamos preparados para lo que se viene con todos estos avances, y entiendo el vértigo que puede producir, pero digo yo, que no mucho más que sentarte con Carrillo y decirle que el Sábado Santo legalizaría el Partido Comunista mientras los pasos estaban en la calle.
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