José Ibarrola

Locuras identitarias

Crónica del manicomio ·

«A falta de descubrir a quien imitar se sabe bien a quien triturar. A este vicio ruin se le conoce como locura identitaria»

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 9 de julio 2021, 08:18

La necesidad de identificarse con alguien es una tarea inevitable. Nuestra historia personal es la crónica de las identificaciones a lo largo de los años. ... Nos identificamos con los padres, con los hermanos, con la familia, con los profesores, con los amigos y así indefinidamente. Somos una mezcla de componentes innatos y de otros que vamos añadiendo por nuestra cuenta aprovechando la imitación, la empatía, la simpatía o el simple contagio mental.

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Así vamos tirando, en paz con nosotros mismos y con el resto, hasta que algo se tuerce y en vez de identificarnos positivamente nos empezamos a contraidentificar. Todo es fácil, amable y creativo mientras nos sentimos atraídos por personas e ideales cuyos modelos intentamos incorporar. Quiero ser como fulanito, sigo el ejemplo de menganito, me gustan las ideas de ese grupo, me incorporo a ese colectivo, milito con esa asociación.

De este modo crecemos y nos construimos hasta que, sin saber muy bien por qué, optamos por otras coordenadas y cambiamos la dirección del tiro. A partir de ese momento procedemos a dar más importancia a no ser como alguien, al que rechazamos, que a ser como otro que nos fascina y atrae.

No sabemos cuándo ni a raíz de qué se produce este coágulo en el camino, ni la causa por la que al llegar a la bifurcación elegimos la dirección equivocada. Los cambios de las personas nos sorprenden a menudo, aunque muchas veces, como consuelo, digamos de alguien que en realidad nunca nos ha engañado y que ya le veíamos venir de largo. Y los cambios de la sociedad, el juego de sus inclinaciones y sus rechazos, aún nos sorprenden más. De la noche a la mañana, o poco a poco, el globo del resentimiento colectivo se va hinchando y, en vez de querer parecernos a quien admiramos o respetamos, nos lanzamos a no ser como otros e incluso, si se ponen a nuestro alcance, los machacamos como prueba de nuestra razón y afirmación de la verdadera identidad.

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Las locuras identitarias dan nombre a este proceso de arroparnos con aquello que no cuenta por sí mismo sino por su valor para oponerse o dañar al contrario. Hoy este virus nos ha invadido y las gentes, en vez de discutir con sus ideas, se dedican a insultar al diferente o, al menos, a intentar abrumarlo.

Hay épocas, quizá como la nuestra, sin esperanza definida ni proyecto claro, donde se vive a la defensiva y abundan quienes por no saber disfrutar del 'carpe diem' hacen todo lo posible para amargar la vida al adversario. Porque esta es la madre de todas las intolerancias: la necesidad de eliminar el goce de los demás. Por eso hay que perseguir al español, al catalán, al homosexual, al negro, al emigrante o al transexual. A falta de descubrir a quien imitar se sabe bien a quien triturar. A este vicio ruin se le conoce como locura identitaria. Líbrenos pronto Dios de este mal.

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