De León a la Luna
La Platería en llamas ·
Nuestros astronautas germinaron y crecieron en el vivero de la enseñanza pública, capaz de crear las condiciones apropiadas para quien está dispuesto a aprovecharlasYa sé que se ha escrito y comentado mucho sobre ello, pero es que Pablo Álvarez y Sara García, los dos seleccionados para formarse en ... la Agencia Espacial Europea como astronautas, son nuestras estrellas. Al fin, estrellas de verdad con las que podríamos imprimir pósters gigantes para decorar los dormitorios de los niños. Dos jóvenes que estrenan celebridad no solo gracias a la fortuna de contar con una buena salud y condición física, sino a su esforzada y meritoria preparación académica, sus aptitudes, su personalidad, su perseverancia y su determinación.
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Ninguno de ellos ha necesitado balbucear ideas y frases incomprensibles con un calcetín metido en la boca, o hacer directos arrogantes y anodinos ante una webcam, o fotografiar sus tatuajes con la sobaquera al sol y la cadera sincopada decúbito prono. Jamás tendrán un Grammy, pero da igual. Y es bueno que los niños de hoy y de siempre, atentos y absorbentes como esponjas, sepan precisamente eso: que la vida interesante les espera justo en la última página de su cuaderno de ejercicios, en la última secuencia de un documental sobre dinosaurios, en el entrenamiento después de clase para la competición del fin de semana, en el juego de química y en el mecano de piezas sueltas. Todo lo importante es así de sencillo, como hacerse poco a poco un Álvarez o un García, ya cotidianos y de casa.
También hay toda una cantiga de justicia poética en su procedencia, que desde un primer instante ha quedado señalada y bien ceñida: ambos de León, ya tan célebres y denominados como la cecina y los pimientos, como la uva mencía y la legumbre de La Bañeza; como el Santo Grial, las vidrieras góticas y el filandón. Es natural que brote una alegría sincera y espontánea desde cualquier provincia vecina con los destinos más que cosidos. Lo que ocurre en León nos ocurre a todos. Si León sufre, todos sufrimos. Pero si vuela alto, todos lo haremos. Y bien pudiera adelantarse esta personal alegría, esta hazaña particular, con nombres y apellidos, hasta convertirse en el preludio del éxito que debiera lograr la candidatura leonesa para albergar la Agencia Espacial Española, de méritos probados, a pesar de la órbita equidistante que se empeña en mantener el Gobierno de la Junta.
'De León a la Luna' hubiera escrito Julio Verne en su cuaderno de notas, de haber imaginado todo esto. Para darle ideas al ilustrador de sus cubiertas, puede incluso que comenzara a jugar con las dos eles mayúsculas que habrían de convivir en la portada. Acaso esbozara con un lápiz la silueta de un león rampante recortado por una luna llena. Conociendo al genio visionario, siempre con los ojos en el cielo y los pies en el suelo, a buen seguro buscaría ideas entre los alardes que la ingeniería luce por las cuencas mineras de la provincia.
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Los emprendedores de su aventura decimonónica eran miembros del 'Gun-Club', una especie de Asociación Nacional del Rifle que en lugar de obsesionarse con el derecho a llevar una pistola semiautomática a todas partes se jugaban sus ahorros en apuestas descabelladas. Su lógica era incontestable: si un enorme cañón 'columbiad' era capaz de disparar un proyectil a varios kilómetros de distancia, el aumento en la inversión no tendría límites para su propósito.
La realidad ha querido que nuestros astronautas germinaran y crecieran en el vivero de nuestra enseñanza pública, que es capaz de crear las condiciones apropiadas para quien está dispuesto a aprovecharlas. La Política podría atar cabos y procurar un aumento de los recursos destinados a la enseñanza pública para multiplicar la frecuencia de resultados como los que ahora celebramos. A no ser que la Política no mire a la Luna, como nosotros, sino al dedo.
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