Todo es opinable, nada vivo es dogmático, pero que todo sea opinable es también un dogma. La conclusión definitiva de nuestras acciones es que no ... existen, tan sólo hay equívocos principios y confusos desenlaces. Delitos que se cometen para no ser perseguidos. Leyes que se promulgan para esconder delitos. Sentencias que se dictaminan para vulnerar leyes. No encuentro lógica alguna en el comportamiento humano. Lo que llamamos lógica es una encrucijada, o quizás solo sea una trampa.
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¿Reconocer únicamente un error sirve para algo? No basta el reconocimiento, además es necesaria la voluntad de corrección y la habilidad para hacerlo, incluso la suerte y oportunidad precisas para que las condiciones ambientales de espacio y tiempo lo propicien. El proceso de corrección de un error es más complicado de lo que pudiera parecer, y generalmente en la corrección se inducen nuevos errores, o al menos la probabilidad estadística de ellos.
Buscamos sin cesar la concordia entre humanos y naciones, generalmente sin voluntad de establecerla. Pero si hay políticos que a priori no están dispuestos a ningún tipo de gesto conciliador, la concordia resulta inviable, lo que nos lleva a concluir que la concordia sería una simple tautología. Lo que de antemano no está concordado, lo que no tiene una previa voluntad de concordia, no lo tendrá a posteriori. Esta correcta conclusión lógica es, sin embargo, desmentida a menudo por la incontrolable realidad, afortunadamente.
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