Ibarrola

Incertidumbre

Tenemos la alegría del funambulista, pero también el vértigo de quien camina por una cuerda floja

El principio de incertidumbre de Heisenberg viene a decirnos que el simple hecho de observar algo modifica inevitablemente ese algo. Lo de Heisenberg es pura ... física e incluso si se quiere también filosofía, pero, al margen de pensamientos más o menos sofisticados, cualquier ciudadano se encuentra en estos momentos sumido en la incertidumbre. Dos años de pandemia no transcurren en balde. La noticia, durante semanas, de cientos de muertos diarios no se convierte en un murmullo de lluvia por mucho que en apariencia nos acostumbrásemos a aquella especie de letanía. El agua de lluvia acaba calando en la tierra igual que aquellos números calaron en nuestra conciencia.

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Llegando al final de la epidemia mundial nos encontramos con la carencia de suministros y una guerra en Europa al tiempo que la euforia se disparaba en otros sectores. En cierto modo es como si la sociedad occidental, con nosotros dentro, fuese víctima de una serie de tics, de espasmos nerviosos que al mismo tiempo responden al temor y a la euforia del superviviente. Auguraban que estos también serían unos Felices Veinte al estilo de los del siglo XX. Esperemos que no. Porque aparte del charlestón y la efímera era del jazz así bautizada por Scott Fitzgerald, aquella década estuvo empañada de dramas que desembocaron en el Crack del 29 y abocaron al mundo a la segunda parte de una guerra mundial que había quedado mal cerrada en 1918.

El mundo camina por un fino alambre. Tenemos –los que se lo pueden permitir– la alegría del funambulista, los aeropuertos se abarrotan, las previsiones turísticas se desbordan, sí, pero también tenemos un asomo del vértigo de quien camina por una cuerda floja. España lidera la inflación y la recuperación económica en Europa. Decían que la crisis del gas exacerbada por la guerra en Ucrania no nos afectaría como a nuestros vecinos porque no teníamos dependencia de Rusia. Bien, pues ahora Argelia cierra el grifo comercial y previsiblemente aumentará el precio de la energía que de modo provisional está obligada a suministrarnos durante un tiempo. La política con Marruecos y el giro dado por el Gobierno –se deba a la buena voluntad o a los condicionamientos del espionaje– continúa siendo algo críptico. No se sabe si inexplicable pero desde luego inexplicado. Y así vamos. Unos se dirigen al carnaval mientras otros se preparan para la tormenta. Puede que esta sea la naturaleza de los Felices Veinte. Ritmo vivo y postergamiento de lo anodino. Sin fórmula física ni razonamiento filosófico que valga. Un charlestón anímico en el que cada uno baila al ritmo que Dios o el demonio le dan a entender.

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