Usos múltiples
«Dictadores, liberales, ateos, santurrones, totalitarios o perversos, todos se atribuyen la condición de demócratas y se la niegan al resto. La palabra, de hecho, está oxidada y ha bajado de precio.»
Algunos conceptos básicos, como el de 'democracia', van perdiendo sustancia práctica. En realidad, siempre se han tergiversado y cada uno ha entendido por ellos lo ... que de buena fe ha creído o lo que le ha dado la gana. En eso consisten precisamente las diferencias ideológicas, en cerrarse en banda y bloquear las escotillas del alma. Pero la modernidad populista ha elegido otro camino: los ha cepillado a fondo y los ha dejado en cueros, sin sabor, color ni significado original. De este modo ha conseguido que pierdan fuerza y se conviertan en munición de fogueo y malgastada.
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Como sucede hoy con el destino de tantas cosas, el concepto de democracia se ha vuelto una noción transversal. La transposición no nos puede extrañar, pues ahora todo lo que se precie intenta, como primera aspiración, que se le reconozca el distintivo de transversalidad. Es una forma de darse postín a cambio de perder valor diferencial. Está al alcance de cualquiera dilatar una noción, antes bien compactada, y estirarla de extremo a extremo de su plataforma semántica. Dictadores, liberales, ateos, santurrones, totalitarios o perversos, todos se atribuyen la condición de demócratas y se la niegan al resto. La palabra, de hecho, está oxidada y ha bajado de precio.
Nietzsche afirmó que las verdades no eran otra cosa que metáforas desgastadas, monedas usadas que habían perdido su efigie. Y bien parece que ahora esas monedas son simples nociones alargadas, sometidas a un potro demagógico que las ha dejado finas y escuálidas. La noción de democracia conserva su realidad inapelable, la materia objetiva de la igualdad, libertad y fraternidad humanas, pero su adjetivación está ya desnaturalizada y es empleada tranquilamente como un farol que uno se tira en el juego o un comodín que se saca de la manga. Sigue siendo una creencia arraigada, pero sufre la inflación del momento.
La impostura más contundente de la política actual es defender una democracia autoritaria, donde votan todos pero a un solo candidato que inevitablemente gana. Con que se vote a sí mismo le basta. El abuso estadístico que para algunos es el fundamento espurreo de la democracia, es aquí corregido tajantemente y reducido al imperio de la unidad.
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Entre nosotros, en tiempos de la dictadura, se llamó a este desliz democracia orgánica, mientras que ahora los politólogos la reconocen bajo el citado oxímoron de democracia autoritaria. El personal de calle, en cambio, que sabe de qué va, se muestra mucho más astuto, y prefiere sacar frases hechas del bolso para describir los hechos y en cierto modo disimular: «Si sale con barba san Antón y si no la Purísima Concepción», o propone con ironía que «si sale cara gano yo y si cruz pierdes tú».
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