IBARROLA
Crónica del manicomio

El romanticismo

«Lo importante ya no es lo que se piense o no se piense, sino lo que se sienta (...) Ahora solo soy lo que siento y lo siento porque lo siento, sin mayor explicación. Hoy me siento hombre. Mañana no sé»

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 31 de marzo 2023, 00:23

Las cosas se están poniendo feas y obligan a un gran esfuerzo mental. Empieza a no ser recomendable el uso de razonamientos excluyentes, del tipo ... vivo o muerto, apagado o encendido, hombre o mujer. Son binarios y la nueva cultura 'queer' empieza a contagiarnos su desprecio por los binarismos. Y digo feas no porque muestre aversión por el sí o el no de los razonamientos simples. Feas, más bien, porque arrastran al razonamiento por rutas desconocidas que transitan entre extremos irreconocibles.

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El mundo va perdiendo sus significados básicos. Hasta ahora había sido muy sencillo interpretar y dar sentido a cuanto sucede. El deseo de saber nos arrastraba con su curiosidad, tanto o más que el deseo sexual o el de poder. Pero Aristóteles nos va quedando demasiado lejos a los contemporáneos. El primer párrafo de su 'Metafísica', donde afirma que «todos los hombres desean por naturaleza saber», se ha ido borrando en la modernidad. Es un deseo deprimido que ya no contagia. Si nos damos cuenta, está naciendo un nuevo romanticismo que prima la imagen y la emoción por encima de la explicación. Primero se empezó dudando del deseo de saber, reconociendo que la atracción por la ignorancia, es decir, por la pasión de ocultar y estar pez era necesaria.

Se entendió que es bueno conocerse a sí mismo, pero tampoco demasiado. También conviene tener bodega y cámaras estancas. Demasiada luz deslumbra y acaba desesperando.

Pero ahora ni siquiera interesa ya la ignorancia que, como opuesta a la sabiduría, se muestra aún demasiado razonable y de servidumbre binaria. Lo importante no es lo que se piense o no se piense, sino lo que se sienta. Definitivamente decimos adiós a la necesidad de interpretar y proveer de algún sentido a todo lo humano. La verdad reside en esa carencia de explicación. La referencia aristotélica ha sido sustituida por el pensamiento vacío, y trágico a la vez, de Angelus Silesius: «La rosa es sin porqué; florece porque florece».

No hay ninguna razón evidente para ser hombre o mujer. Ser uno u otro se ha declarado absurdo. Buscar las razones de ser de un género sexual concreto, ya sea en la naturaleza, en los conflictos edípicos o en las asignaciones que la sociedad nos incrusta en el inconsciente, ya no nos lleva a ninguna parte. Ahora solo soy lo que siento y lo siento porque lo siento, sin mayor explicación. Hoy me siento hombre. Mañana no sé.

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El porqué va siendo sustituido por el sentir. Los dictados del azar emocional rigen el pensamiento. Pero no se trata de irracionalismo sino de una razón más difícil, más díscola y menos ilustrada. Cuesta entenderla y aceptarla, pero está ahí, asomada a la ventana.

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