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Exorcismos para la mala conciencia

Afganistán es una grave advertencia para la hegemonía occidental y sus valores, donde también subyace su negación impulsada por nacionalismos y populismos de corte supremacista

David Dobarco

Valladolid

Miércoles, 15 de septiembre 2021, 07:54

Finalizada la Guerra Fría, todo presagiaba una era de 'Pax Americana', bajo la hegemonía de los USA; incluso Francis Fukuyama proclamó 'El Final de la ... Historia'. Así pareció confirmarse cuando los USA encabezaron la alianza internacional que restituyó la soberanía de Kuwait. Pero ese liderazgo puede resultar bastante efímero: hasta 2001. Después se acelera su decadencia ante la implacable expansión China, la convulsión de los países islámicos y la torpeza norteamericana en su política exterior, tanto militar como diplomática. Pero no todo el mundo compartía la visión de oropeles imperiales, conscientes de que la realidad geopolítica es mucho más profunda que la propaganda.

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Samuel Huntington planteó el 'Choque de Civilizaciones' en 1993 y, para él, nacía un mundo multipolar de varios bloques, fruto de diferentes culturas, cuyo substrato fundamental eran diferentes religiones, consideradas como el factor cultural objetivo más influyente. De este modo diferenciaba nueve bloques: sínico, subsahariano, hindú, budista, nipón, latinoamericano, occidental, ortodoxo e islámico. La idea de las diversas civilizaciones no era nueva, pues la habían utilizado Oswald Spengler y Arnold J. Toynbee, entre otros; la novedad de Huntington era su análisis del potencial de conflicto o alianza, entre diferentes culturas en futuros escenarios, incluyendo la hipótesis de una tercera guerra mundial. Su visión pesimista fue rechazada por defensores de la 'Alianza de Civilizaciones', pero la realidad acelerada de los hechos no parece respaldarlos.

La pérdida de peso hegemónico norteamericano es un problema acumulado en los últimos veinte años. Tras el 11-S, el mundo entendió la acción militar sobre Afganistán, el país santuario que cobijaba a los terroristas de los brutales atentados y, en principio, se logró una victoria militar sobre un terreno muy complicado… Pero esta vez no supieron retirarse con garantías de control y se ha vivido una vergonzosa retirada. Más incomprensible fue reforzar el conflicto con la invasión de Irak (2003), sin tener cerrado el anterior y el resultado ha sido catastrófico: cientos de miles de víctimas y desplazados, dos países destrozados en conflictos civiles inacabables… y unos costes económicos demoledores, estimados en 2.000 y 1.300 billones de dólares, en Afganistán y en Irak, respectivamente.

Todos estos sacrificios han servido para nada, pues se vuelve al punto de partida. Las cifras dejan en evidencia al 'lobby' industrial militar norteamericano, con fuerte presencia en el Gobierno de George Bush jr, con cargos como el vicepresidente Cheney y el Secretario de Defensa Rumsfeld pero, a estas alturas, ya podemos conocer el precio de su avaricia. Con estos antecedentes cabe preguntarse si existe alguna 'inteligencia' militar o diplomática en la política exterior norteamericana, cuyas acciones trascienden de los propios USA al conjunto de países occidentales y tendrán indudables consecuencias. Occidente pierde su influencia en la zona y el fundamentalismo islámico recupera un país santuario, del que carecía desde 2001, y también se libera una tropa de terroristas fanáticos encarcelados.

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Las terribles imágenes de fugitivos intentando huir aferrados al fuselaje de un avión, para terminar cayendo, reflejan la desesperación de una población abandonada a manos de la contrastada crueldad talibán y del DAESH. La vergüenza de estas imágenes vuelve anecdóticas las de la caótica caída de Saigón, hace 46 años ante el Vietcom. Aquí subyace el terror de un fanatismo genocida.

La elección de Biden fue recibida con alivio por casi todo el mundo, tras la errática política de Trump que decidió la salida de Afganistán, pero el caos de la retirada y el abandono de aliados afganos estigmatizan su mandato. Ante la evasión europea, desde hace un siglo los USA son esenciales para defender los valores democráticos en el mundo multipolar de bloques, por ello sería deseable que tuvieran una visión geopolítica más profunda; que evitaran la prepotencia militar, de la que han abusado sin éxito; que valorasen mejor la Historia y fueran más influenciados por Sun Tzu y Maquiavelo, que por las intrigas del poder de 'El Ala Oeste de la Casa Blanca', o por sucedáneos virtuales de la Historia, como Juego de Tronos. Ai Weiwei, el artista y activista chino, ha advertido de que 'Occidente está perdiendo sus valores', un aviso de que, en el mundo multipolar, la Democracia deje de ser referente de coexistencia y China imponga su pragmatismo: respetar la concepción política de cada bloque y las alianzas se tejen por conveniencias circunstanciales.

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Los Derechos Humanos postulados en la Carta Fundacional de la ONU pasarían al recuerdo y la Democracia a simple alternativa de ascendente moral. Afganistán es una grave advertencia para la hegemonía occidental y sus valores, donde también subyace su negación impulsada por nacionalismos y populismos de corte supremacista. Su acción avanza un futuro sombrío. De momento, los talibanes disfrutan las manifestaciones y discursos occidentales, convertidos en exorcismos estériles, para conjurar la mala conciencia de su ineptitud alejada de la cruda realidad.

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