Una excepción autonómica
«La situación en que ha quedado el gobierno de Mañueco con Vox en Castilla y León empieza a resultar extraña; e incluso se diría que es vista ya como una suerte de anomalía dentro del propio ámbito del PP»
Tras la aplastante victoria electoral del PP en Andalucía, parece disiparse –al menos temporalmente– la amenaza que, casi en forma de pesadilla, pendía sobre las ... expectativas de gobierno del partido conservador. Es decir, el temor a no poder gobernar en ninguna comunidad autónoma –ni en el conjunto del país– sin el permiso o participación de Vox. En tiempos del liderazgo de Casado, la sombra de esta formación causaba entre los dirigentes 'populares' curiosos aspavientos o zigzagueos –en un sentido y el contrario– respecto a la presencia de los ultranacionalistas a la vera del PP (cuando no pisándole los talones). Aquella cúpula tan pronto criticaba o vetaba a los de Abascal como producía la sensación de copiarles propuestas y discurso.
Publicidad
En la era Feijóo, está ya bastante claro lo que se pretende: que el PP vuelva a donde solía –a un espacio de centroderecha moderado– y recupere a los votantes que, en su momento, se dejaron seducir por Ciudadanos u –hoy– abrazan posiciones más extremistas. Otra cosa es que lo consiga, como sí ha ocurrido en el caso de Moreno Bonilla en territorio andaluz. De cualquier modo, la situación en que ha quedado el gobierno de Mañueco con Vox en Castilla y León empieza a resultar extraña; e incluso se diría que es vista ya como una suerte de anomalía dentro del propio ámbito del PP: no constituye un modelo al que se quiera tender, sino una peligrosa y no querida consecuencia de los errores de cálculo de una etapa anterior, cuyas secuelas habría que evitar a toda costa.
Y así nos encontramos en Castilla y León, donde la perspectiva sobre esa alianza del mismo partido político que, en la actualidad, gobierna –junto a Vox– nuestra comunidad, no puede ser más preocupante: ya que la entiende como una especie de excepción que no debería repetirse. Pues los disgustos y la presión que el PP autonómico tiene que soportar, prácticamente a diario, por parte de sus compañeros de viaje en la Junta no aconseja repetir la experiencia en otros lugares. Lo que no habría de pensarse es que tal anormalidad llegó a acaecer casualmente. Se trata de una rareza que procede de una serie de factores: por un lado, el uso instrumental y estratégico que viene haciéndose de esta autonomía, desde sus inicios, como contrapeso geográfico o político para otras comunidades mucho más belicosas en cuanto a su encaje en el conjunto del Estado; por otro, la escasa sensibilidad –o cicatera preocupación– que los grandes partidos han exhibido en relación con los problemas específicos de castellanos y leoneses. De lo cual se deriva una responsabilidad compartida del PP y del PSOE cara al extraviado destino que esperaría a estas tierras.
Del primero, porque –habiendo gobernado durante décadas en Castilla y León– sigue dando la impresión de no creer en dicha comunidad autónoma, más allá de lo que sería el mero control administrativo de una serie de instituciones; sintiéndose –además– sus dirigentes (salvo excepciones valiosas) bastante cómodos con la desenfocada creencia que niega todo atisbo de identidad en común a sus habitantes y relega el asunto a la vaga identificación con la provincia o la nación. Actitud que sí se compadecería con un sentimiento de las capitales de provincia, pero no con el fuerte arraigo existente acerca de la comarca en tantos pueblos del medio rural.
Publicidad
Del segundo, puesto que –después de la inesperada victoria de Demetrio Madrid en los primeros comicios autonómicos– se habría tendido a pensar que, en una región supuestamente poblada por «campesinos derechizados», aquello fue un «afortunado accidente» y no restaban muchas posibilidades de reeditar una «mayoría de progreso». Lo que es un fallo de juicio y –según demostró el triunfo de Tudanca hace dos elecciones– algo falso por completo.
Los fuegos que –ahora– devastan bellísimas sierras de Zamora y Salamanca funcionan a modo de cruel metáfora: arde Castilla y León en las llamas del descontrol como una hoguera que alumbrase su autodestrucción. Confiemos en que aún estemos a tiempo de rectificar y construir entre todos el país que –siendo ya grande en muchos aspectos– verdaderamente nos corresponde.
Publicidad
Que así sea.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión