Lo que las encuestas dicen a quien quiera escuchar
«El objetivo de Vox no es otro que destruir al PP y, por lo tanto, perpetuar a Sánchez en el poder»
Las encuestas publicadas durante las últimas semanas son esclarecedoras. Los votantes de Vox premian al partido en Valladolid –que crece–, y castiga al partido en Castilla y León, –que decrece–. Esto no parece opinable: según la encuesta de GAD3 para El Norte de Castilla, Vox pasaría de tres concejales a cuatro en las elecciones municipales. Según Sigma-Dos para El Mundo, Vox pasaría de trece a ocho o nueve procuradores en las Cortes. ¿Y qué ha podido pasar para que los votantes de Vox castiguen a su partido en las Cortes y lo premien en el Ayuntamiento de Valladolid? Pues que en el ayuntamiento han permanecido en un discreto segundo plano, garantizando la estabilidad y sin provocar desencuentros públicos con el PP mientras que en las Cortes han decidido romper el gobierno, abandonar sus cargos y ni siquiera ha querido negociar los presupuestos de Mañueco, con la excusa de los 'menas' y de la inmigración. Cabe recordar a los lectores que la ruptura por parte de Vox de todos los gobiernos autonómicos tuvo lugar tres días después de que se integrara en el grupo de Orban en Europa. Y cabe recordar que Orban –prorruso, proputin, protestante– es quien los financia con 9,2 millones de euros. Según fuentes presentes en la reunión en la que se comunicó la decisión de dimitir en bloque, fue el propio Garriga, secretario general de Vox, quien dijo que la decisión de salir de los gobiernos la han tomado «personas que saben mucho y que están por encima de nosotros». La única duda es si esas personas les dieron la orden o no en cirílico. Y si la pasta fue en rublos o en forintos.
En Vox no sabemos quién manda, pero sabemos que no son los cargos electos, sin margen de maniobra ni de decisión. Eso nos quedó claro tras la salida de Juan García-Gallardo del gobierno y del partido. De García-Gallardo se pueden decir muchas cosas pero, al menos, ha mantenido la suficiente dignidad como para irse cuando ha visto cosas que no le han gustado. Ya podrían tomar nota otros, de todos los partidos. En cualquier caso, las consecuencias de todo esto están ahí y vienen a demostrar una vez más que quien vota a Vox quiere que su voto sirva para facilitar un gobierno de su partido con el PP y no para entorpecerlo o para sabotearlo. Quieren un gobierno del PP en el que Vox actúe como contrapeso y que, ante la duda, se ladee a posiciones de derecha y no de izquierda. Cuando eso está claro –Valladolid–, Vox sube. Cuando está claro que no –Castilla y León–, Vox baja y el voto útil se concentra en torno al PP. ¿Tomarán nota en Vox? No duden ni por un momento que no. El objetivo de Vox no es otro que destruir al PP y, por lo tanto, perpetuar a Sánchez en el poder, sabedores de que esa situación es la que más votos les genera a ellos. Y por lo tanto más dinero. La duda es si en euros o en dólares. Vox facilitó los gobiernos autonómicos solamente para dejar claro a todo el mundo que, llegado el caso, Feijóo pactaría con ellos para llegar a Moncloa e impedir, así, un cambio. Una vez logrado el objetivo, salieron de los gobiernos sin problema, para continuar destruyendo desde fuera los propios gobiernos que tácticamente habían facilitado.
Pero vamos a hablar de Mañueco. En muchas ocasiones he criticado su postura en relación a Vox. En mi opinión ir a las elecciones sin dejar claro si iba a pactar con ellos o no fue un error. El resultado fue que el grupo de votantes PP+Ciudadanos se dejó 200.000 votos. No parece muy complicado inferir que la gente de centro-derecha no quiere un pacto con Vox y que la gente de centro-izquierda que podía pensarse cambiar el voto hacia una opción moderada, no lo hace por lo mismo. No se puede ser el partido de la moderación y gobernar con Vox. Sencillamente es imposible. Pero algo cambió en Mañueco un día, posiblemente con la crisis en el ayuntamiento de Burgos. El presidente salió sin titubeos a desautorizar las cesiones que la alcaldesa del PP quería hacer a Vox. Recordemos que le exigieron paralizar las subvenciones a ONGs que ayudaran a inmigrantes ilegales, lo que hizo que Cáritas renunciara a la suya, por principios. Y una manifestación multitudinaria llena de gente del PP que, por supuesto, no quiere saber nada de la xenofobia.
Pero es que, desde ahí, su actitud con Vox ha sido sorprendente. Ha sido el único presidente autonómico del PP que ha expresado claramente que no iba a tragar con las exigencias de Vox y que si volviera a necesitar sus votos y las exigencias no cambian, no se sentaría siquiera a negociar con ellos, diga lo que diga Génova. Aunque le cueste el gobierno. Posteriormente arrugó la oferta de Vox y la lanzó al suelo. El resultado: sube cinco puntos en intención de voto y se queda al borde de una mayoría absoluta que podría alcanzar fácilmente negociando con UPL, SoriaYa! o XÁvila. Igual que lo critiqué cuando se equivocó, creo que toca felicitarle cuando acierta. La valentía y la firmeza en las convicciones no solo supone lo correcto desde el punto de vista moral sino también desde el punto de vista electoral. La debilidad de plegarse ante aquello en lo que no se cree y la actitud timorata ante los principios democráticos no lleva a ninguna parte. Y parece quedar demostrado.
En julio habrá congreso nacional del PP. Atiende a varios objetivos: adelantarse a una previsible crisis de gobierno, realizar los cambios antes de septiembre para empezar el curso con el equipo formado y lanzar la precampaña en Castilla y León y en Andalucía, otra de las comunidades abiertamente hostiles con Vox y que el electorado ha premiado con una mayoría absoluta. De todo ese congreso lo único que nos importa es una cosa: la relación que el PP va a tener con Vox en el futuro. Pero no se puede construir sobre un negativo y para saber lo que está mal antes debemos saber lo que está bien y por qué. Es decir, el PP debe mostrar a España de modo cristalino cuál es su modelo de país y cuáles son sus principios irrenunciables. La consecuencia de no renunciar a ciertos principios es la imposibilidad de volver a tener gobiernos de coalición con Vox. Y eso hará que el PP suba en votos, que una parte de los votantes de Vox comprendan que su voto no es útil para un cambio y que los votantes moderados del PSOE puedan dar su confianza puntual a un partido que no formará gobierno con Vox o, al menos, abstenerse. Este es el camino y lo tienen fácil. Cuenten, por lo tanto, con que el PP no lo haga, se muestre como un espacio vacío de identidad y se pegue un tiro en el pie intentado mostrar mayor agresividad en lugar de mayor cerebro, habilitando así las tesis de Vox, reforzando sus planteamientos, dando posibilidades de nuevo a un PSOE herido de muerte y dejando tocado de muerte para siempre el espacio de la derecha liberal en España.
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