Varios automóviles pasan junto a un autobús destruido en la carretera que conduce a Dnipro (Ucrania). Orlando Barría / EFE

Crónica efímera de una larga guerra

«Los temores de una quiebra bancaria se han desvanecido y Putin parece confiar en que el tiempo y el dinero están de su lado»

Agustín Remesal

Valladolid

Domingo, 10 de julio 2022, 00:03

Cuando Vladímir Putin anunció a mediados de febrero su «operación militar especial» contra Ucrania, los expertos analistas de guerras y batallas modernas vaticinaron la brevedad ... del conflicto que el presidente ruso proyectó para el asalto y conquista de una tierra antigua cuya historia y soberanía, según él, le pertenecen. Con sus tropas desplegadas ante las fronteras del norte y el este de los rebeldes ucranios, el Kremlin ordenó los bombardeos sañosos de las ciudades a ocupar y la marcha de sus carros de combate hacia Kiev. El ejército ucraniano logró cortar con coraje el avance de los blindados y soportó la destrucción de sus ciudades, cuyos habitantes abandonaron en su exilio hacia el oeste. Cuatro meses después, el ejército ruso ha logrado ocupar las regiones costeras del mar Negro desde Donbass hasta las puertas de Odessa, la quinta parte del territorio ucraniano, pero se ha diluido el avance fulminante que exhibido al inició de la contienda.

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La propaganda del Kremlin, los alegatos en favor de su justa reconquista y adhesión de Ucrania, las crónicas cotidianas de la matanza de civiles y la devastación de ciudades se han tornado ya en campañas de publicidad política, tan rocambolescas como la iniciada esta semana por Vladímir Putin, convertido en consejero de sus enemigos occidentales. En un chocante intento de convertirse en psiquiatra del adversario al estilo leninista, el líder ruso acaba de anunciar el ocaso y defunción de las sociedades de los países ricos de la Unión Europea «víctimas de su desgana y cansancio colectivos».

Putin alaba en sus discursos la fortaleza física y moral de los rusos, que destrozaron hace ochenta años en su Guerra Patriótica las poderosas divisiones nazis, y pone en entredicho la capacidad de resistencia de los europeos occidentales para soportar un probable racionamiento de combustibles y alimentos el próximo invierno si persisten en su auxilio militar y político a Ucrania. La sobriedad nunca fue una virtud de los europeos al oeste del telón de acero que se derrumbó hace tres décadas, avisa el presidente ruso.

He aquí el parte de guerra cotidiano. Acorralado por la abrumadora máquina rusa de destrucción, aunque lenta, el ejército ucraniano no está en condiciones de lograr nuevas victorias, a pesar de la unanimidad inquebrantable de los líderes occidentales en su determinación de ayudar a Ucrania durante el tiempo que sea necesario. La resistencia ucraniana en esa guerra de desgaste no ha alcanzado aún sus límites, mientras Rusia mantiene la misma estrategia desde que inició su invasión: bombardeos intensivos y sin límite en zonas civiles para aniquilar con sus misiles el sentimiento ucraniano de su sagrada independencia, obligando al ejército ruso a emplear un esfuerzo militar más intenso de lo previsto al inicio de la contienda.

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«Ya ni la música goza de libertad»

Mientras aplastan sin descanso la resistencia ucraniana, los dirigentes del Kremlin constatan que las sanciones occidentales no han logrado hasta ahora poner de rodillas a la economía rusa y los países de una gran parte del mundo, en Asia y en África especialmente, se mantienen alejados de tomar partido o dar respuesta diplomática a favor de ninguno de los bandos. Es una interpretación errónea reducir el conflicto ucraniano a una guerra entre países democráticos y regímenes autoritarios.

En uno de sus discursos más enardecidos, Vladímir Putin proclamó ante el Foro Económico de San Petersburgo unos días antes de las cumbres del G-7 y de la OTAN que «la guerra relámpago económica lanzada contra Rusia ha fracasado», pronóstico que confirman estos días la recuperación y subida de la cotización del rublo y la recuperada facturación de sus exportaciones de gas natural y petróleo. «No se han producido ni la congelación de nuestros activos nacionales ni los agresiones a nuestras finanzas e industria», estalló altanero en San Petersburgo el presidente ruso. 

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Los temores de una quiebra bancaria se han desvanecido y Putin parece confiar en que el tiempo y el dinero están de su lado, y no aparecen hasta ahora en el firmamento de la economía razones claras para doblegar a alguno de los contendientes. Quizás el aumento de los precios de los combustibles, petróleo y gas natural, y su escasez agobiante durante el invierno podrían inducir a algunos gobiernos europeos a espolear a Ucrania para aceptar una tregua imperfecta con la cesión a Rusia, en todo o en parte, de sus territorios ocupados.

Con el descontrol de los precios de la energía y la desaceleración de las economías occidentales, los aliados de Ucrania se volverán más reacios a proporcionarle más armas y dinero. Putin parece estar midiendo el tiempo hasta que el Occidente próspero se desmorone y pueda llevar a cabo su objetivo inicial: instalar un poder proMoscú en Kiev.

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La guerra moderna es casi siempre corta. Según un reciente estudio de la Universidad de Chicago, casi todas las guerras entre estados desde 1815 duraron poco más de tres meses, y fueron más cortas en el último siglo: en 2003, Estados Unidos derrocó a Sadam Husein en Irak en solo 20 días, y el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán en el 2020 se dirimió en 44.

La invasión rusa de Ucrania ha entrado en su quinto mes y no muestra signos de llegar a su fin, aunque sus efectos deterioran incluso a la ortodoxia musical: la 'Obertura 1812' de Tchaikovsky con sus fogonazos ensordecedores de cañón ha sido durante décadas el himno de la fiesta nacional del 4 de julio en los Estados Unidos. En muchas ciudades, este año se sustituyó allí por el himno de Ucrania. Ya ni la música goza de libertad.

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