Puente de Poniente. A. Mingueza
Dura lex, sed lex

Reversible

Que el Consistorio decida su reforma y ampliación para un carril supletorio para el tráfico rodado no ha sentado nada bien a la izquierda

La política y las ideologías (esos arquetipos programáticos que aparecen en las campañas electorales, y que dicen lo que conviene, y si conviene lo contrario ... pues lo silencian o se suman a la nueva tendencia) van a convertir al espartano y austero puente del Poniente vallisoletano en una construcción más famosa que la que une Manhattan con Brooklyn. Sesentón éste nuestro, que conecta dos orillas fluviales y que evidencia dos maneras, tan diferentes, de ejercer la gestión pública y de relacionarse con los ciudadanos.

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Que el Consistorio del Conde Ansúrez decida su reforma y ampliación para un carril supletorio para el tráfico rodado no ha sentado nada bien a la izquierda. En un primer momento todo apuntaba a que se trataba de una crítica de germen económico, presupuestario. Era algo que sonaba sospechosamente extraño, pues ya no solo en Valladolid, sino en toda España siempre se ha dilapidado más y mejor (en cuanto a los receptores del desvío malversador) con la mano zurda, ojo, que en el toreo es la que ejecuta los pases de mayor valor. Por algo será.

Quizá si se hubiera tratado de crear una arteria elevada sobre las mansas aguas para el uso exclusivo de ciclistas el asunto hubiera dado otro juego, y las trincheras contrarias hubieran tenido que echar mano del habitual lenguaje ambiguo y mitinero para atacar la iniciativa. Pero es para vehículos a motor.

Puente, que aún sangra por la herida de ver a Carnero como alcalde de Valladolid, no ha tardado, finalmente, en desvelar la clave. Al hilo de la renuncia del tal Plensa (sensible ante la presión sectaria de la izquierda, y los conocidos efectos de la estigmatización y cancelación que de modo tan efectivo perpetran en quien se desvía de su sectario prospecto) a realizar el trabajo artístico en la reforma del puente, el ahora ministro manifiesta que se trata de un ridículo mundial.

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Ante la imposibilidad de un razonamiento de mayor anchura que la de un carril bici, Puente, buen siervo de su señor, se aplica en dividir territorios emocionales y agitar las aguas. Quizá haya caído en sus manos una reseña básica del clásico libro 'Inteligencia emocional' de Daniel Goleman, y anda intentando sacar partido a conceptos como rencor y revisionismo. Lanzándolos sobre Carnero.

La idea de un nuevo carril reversible para el tráfico, apuntada por el alcalde, no parece descabellada, sino todo lo contrario. Al menos apunta a un grado de reflexión que acoge los cambios que, permanentes o coyunturales, pueden suceder en el tráfico.

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Lo que no parece reversible es la asfixia a la que se condena a los artistas que osan no someterse a los dictados de la progresía. Plensa ha hecho muy bien. Y su gestor bancario lo sabe. Traicionarse a sí mismo tiene su arte.

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