Caminaba por la vertiente segoviana de la sierra de Guadarrama –conocida en los ambientes de reporteros de televisión simplemente como sierra de Madrid– allá por ... primavera, en el tiempo en que ya podíamos salir de casa, pero no del pueblo, cuando los paseantes reparamos en que quizá habíamos tocado suelo de otro municipio. Que en nuestro recorrido pisamos tierras ajenas a La Granja, núcleo al que nos debíamos circunscribir bajo pena de generar un conflicto interterritorial.
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Confieso que desconozco si allanamos la morada de pueblos vecinos, que en el campo y más en un parque nacional, es complicado poner puertas, ventanas o mobiliario urbano. Y, por supuesto, tampoco es fácil plantar carteles que indiquen rutas o el nombre de cada singularidad. Son caprichos de la naturaleza.
Y miren por donde que en estos días se ha demostrado el espíritu traicionero de los carteles en las tierras serranas. Ha sido en el alto de Navacerrada, donde uno indica la llegada a Madrid y cuya inexactitud ha provocado una polémica, latente largo tiempo, porque el utilizable como límite es otro, ubicado varios metros más adelante. Allí está el aparcamiento, que es del Real Sitio de San Ildefonso, y al que no se pudo acceder desde la vertiente segoviana y sí desde la madrileña.
Cartel traidor, que confunde a todos, hasta a los intrépidos reporteros, que de Madrid en coche al cielo de Navacerrada.
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