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La sucesión grotesca de imágenes y palabras es escalofriante. Y cada semana pugna por superarse. Ésta que se nos va comenzó el lunes marcada por ... la cara (dura) de Javier Milei, tratando de explicarles a los argentinos la diferencia entre el verbo 'difundir' y el verbo 'promocionar', aplicados a la estafa de las criptomonedas, alentadas en todo caso por él como presidente. Y el esperpento, por añadidura, de la contraposición de la entrevista oficial con lo que emitió además el resto de las televisiones del mundo: el momento censurado en el que el político y el periodista pactan para borrar declaraciones que pudieran resultar aún más incriminatorias. Por si no fuera suficiente todo lo dicho 'oficialmente'. Para unos, un éxito del periodismo, en su capacidad de traicionarse a sí mismo con tal de difundir la verdad. Para otros, una maniobra más en la lucha por que los ciudadanos terminen por no creer absolutamente en nada. La antesala de su aplastamiento.
Creíamos el lunes haber alcanzado las más altas cimas de la miseria de este 'nuevo mundo' que, de norte a sur y de este a oeste del planeta, les estamos organizando a nuestros hijos. Pero no. Nos faltaba todavía el plato fuerte del show semanal, una vez más llegado de América (en este caso del norte), en la forma del 'duo d'amore' de la pareja del momento: la que forman el sobreactuado Donald Trump y el desenfrenado Elon Musk. La superposición de desvaríos de dos multimillonarios que apenas saben contener su euforia ante la oportunidad (piensan) de repartirse el mundo y sus penurias como buenos hermanos. La puesta en escena más repugnante sobre la oscuridad del poder que uno pueda llegar a imaginarse, emitida también en directo y diferido para regocijo del planeta.
Una escena de opereta casi tan siniestra como la protagonizada, sin salir de casa, por las dos más sonrientes e impetuosas mujeres empoderadas de nuestro Gobierno: la vicepresidenta primera y la segunda. Los falsos abrazos exultantes frente a las cámaras cuando están juntas, y las no menos falsas divergencias cuando comparecen por separado. Las risas (decía Marilyn que la sonrisa es el mejor 'maquillaje' que puede usar una chica), una vez más, de los que desde arriba juegan con el sufrimiento de los que están abajo. Risas y risitas, gestos y gestitos que no han parado de repetirse esta semana entre nuestros líderes, del presidente Sánchez a la presidenta Ayuso y su jefe de gabinete, pasando por la crueldad manifiesta del todavía presidente Mazón, capaz de reírse por lo bajini, de nuevo ante las cámaras, después de que la juez declarara que, más allá de los destrozos, las muertes de la Dana se habrían podido evitar…
El sueño de la sinrazón ha creado esta sociedad secreta de monstruos que se ríen y se copian los unos a los otros de un lado al otro del mundo. Y que nosotros difundimos por tierra mar y aire en forma de noticias o de memes, indiscriminadamente. No sé si participando de la juerga colectiva o si riéndonos por no llorar.
Entre las frases salidas esta semana de la factoría de esta versión de Monstruos S. A. en imagen real está la perla de las perlas, una vez más made in Trump: «La tercera guerra mundial no está tan lejos». Por una vez algo cierto, aunque con matices. Si se refiere a la guerra de los drones, los misiles y los carros de combate, hace ya un buen tiempo que se ha iniciado, sin salir del suelo europeo. Y si se refiera a la guerra de los principios, la ética, la dignidad, la democracia y el respeto a los seres humanos, llevamos tanto tiempo perdiéndola que en nuestra memoria ya no queda espacio para echar la cuenta. ¿Es de eso, de lo que se ríen los monstruos?
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