Jesús Ferrero

Binario o no binario

La homosexualidad, desde la óptica freudiana, no dejaba de poseer una connotación malsana y dar muestras de inmadurez, infantilismo, desconfianza y debilidad moral

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 24 de julio 2020, 08:14

Hace justamente un siglo que Freud propuso la bisexualidad psicológica como disposición constitucional del ser humano. En su momento fue una aportación revolucionaria a la ... sexualidad infantil que, sumada a otras tantas, han hecho de su figura uno de los genios del siglo XX más afamados.

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Sin embargo, hoy muchos la consideran una idea anticuada. Por dos razones. La primera, porque el psicoanálisis entendió enseguida que esa bisexualidad original derivaba, tras un proceso de maduración natural, en la heterosexualidad normativa que rige aún en nuestra cultura. La homosexualidad, desde la óptica freudiana, no dejaba de poseer una connotación malsana y dar muestras de inmadurez, infantilismo, desconfianza y debilidad moral. Es decir, que, pese a su valor inicial de vanguardia, a la larga vino a enriquecer y sostener los prejuicios homófobos que impiden la plena libertad sexual–y no sexual– de cualquier disidente.

La segunda razón es más epistemológica. Condena el concepto de bisexualidad por depender de una representación binaria donde sólo cabe, de modo alternativo y dual, o ser lo uno o lo otro, hombre o mujer, homosexual o heterosexual. Un modo de pensar que excluye cualquier mezcla o combinación que no se ajuste al modelo tradicional. No hay híbridos posibles bajo este paradigma. Si un heterosexual cultiva practicas homosexuales, y se mistura, será porque hasta entonces disfrazaba su orientación real, que con el tiempo acabará aflorando como su verdad preestablecida. Desde una perspectiva categorial, como es la binaria, no hay más autenticidad que ser de uno u otro modo, sin medias tintas, sin entreverados ni conductas oportunistas.

Todos los movimientos críticos han denunciado el binarismo como el marco apropiado para que el varón se imponga a la mujer, el heterosexual al homosexual y el cisexual –el que coincide con el sexo asignado al nacer– al transexual –el que no coincide–. Lo han elegido como objetivo principal de su crítica y han hecho de su deconstrucción el móvil principal de su activismo.

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Al binarismo se le pueden atribuir todos los males del siglo. Su lógica es maniquea. Exige elegir entre lo blanco y lo negro, sin admitir gama de grises en la paleta del pintor de vidas ajenas que todos representamos. Binario es el nacionalismo, el fascismo, el populismo y el integrismo. Sin embargo, se puede ser de Valladolid sin necesidad de ser españolista y ni siquiera español. Basta para ello con ser europeo o cosmopolita de cualquier tipo

Leo que Judith Butler, cabeza visible del movimiento queer, cuyos miembros asumen el transfuguismo sexual, se ha inscrito en el registro civil del Estado de California como persona de género no-binario. Un transexual ya no es alguien que tiene que transitar de un polo a otro, de hombre a mujer o de mujer a hombre. Le basta con no sentirse como ninguno de los dos o sentirse como algo nuevo, fluido o desconocido.

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