APARECE de pronto, en letras negras con remate sobre fondo blanco, un «atávico» y te obliga a desempolvar la web de la RAE para comprobar ... que tu cabeza y el contexto no te engañan, que «atávico» tiene que ver con el pasado, aunque con el matiz de que es un pasado que se post-trae al presente, por así decirlo. Y al poco, cosas de Jiménez Lozano, brota un «enjalbegar» casi al lado de unos «anaqueles». Y la lectura se te demora, aunque en realidad podrías decir que se te enriquece, si tienes la suficiente paciencia para desencriptar esos vocablos que se incrustan en las frases como vetas de metal precioso y añejo.
Publicidad
Que las 'Crónicas antiparlamentarias' de Francisco Umbral o las 'Crónicas parlamentarias' de Manuel Vicent, descripciones cotidianas de lo que hoy es un momento histórico crucial en España, los setenta, también tienen lo suyo. Un «ramonear», un «légamo», una «gollería», brotan entre las andanzas de sus señorías, que por entonces eran solo señoríos rodeados de humo en un Congreso en el que se permitía fumar. Luego llega Martín Caparrós y te enseña que las crónicas en prosa, si puntúas con orden y jugueteas con las sílabas, pueden ser prensa poética.
Y no hace falta encerrarse en los libros, que paseas por el pueblo en Zamora, en esa tierra cuajada de expresiones que suenan a asturiano, a medio gallego, al roce con León, y te topas con decenas de palabras a las que la Real Academia coloca el epitafio lingüístico «en desuso». Definían el vivir de una época, como hoy lo hacen distopía, selfi, inteligencia artificial, populismo, microplástico. Palabras que alguien, en unos años, leerá como si se enfrentara a un «atávico», enarcando las cejas mientras dice «OK Google El Ubicuo, ¿qué significa 'metaverso'?».
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión