Ibarrola

Antiderechos

«Algunos artistas deberían recapacitar si merece la pena asumir el corporativismo más rancio, por defender la supuesta libertad de expresión de los energúmenos: los Antiderechos»

David Dobarco

Valladolid

Jueves, 25 de febrero 2021, 08:14

Todos tenemos derecho a la Verdad, pero nadie tiene derecho a la Mentira. Una Sociedad que equipara verdad y mentira, como fruto de la Libertad ... de Expresión, sin duda está enferma y, de no rectificar, pagará muy cara su confusión. Cuando la mentira busca dañar a alguien y beneficiar al difusor hablamos de la calumnia que, junto al insulto, son motivo de degradación y estímulo inductor de posteriores respuestas. Lejos de ser un derecho, socavan valores sociales y degradan la convivencia; ha costado siglos lograr los niveles de respeto y tolerancia actuales, propios de la Democracia.

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Los USA son la vanguardia de la Revolución Digital y durante años difundieron insultos, calumnias y provocaciones de Donald Trump, que a muchos les parecía gracioso, y sus cifras como 'influencer' eran extraordinarias, con respaldo posterior en la extraña circunstancia de que, siendo presidente, usara sus tuits como su mecanismo ejecutivo predilecto. El pasado 6 de enero, los USA vivieron la mayor crisis institucional de su Historia, tras la insólita incitación de Trump a asaltar el Capitolio. La gravedad de los hechos, llevó a que canales de TV y redes sociales hayan cortado las comunicaciones del expresidente. Se ha dicho que este veto pone en riesgo la libertad de expresión, pero los canales de comunicación estaban saturados por sus mentiras e impunidad política y entendieron el abismo que abría Trump. Antes del segundo intento fallido de 'impeachment', Jamie Raskin advirtió: «Nuestro país y el mundo saben quién es Donald Trump; éste es un juicio a quienes somos, como país». Ya lo conocemos: los intereses republicanos 'blindaron' a Trump y han prevalecido sobre el interés nacional de los USA.

La violencia inducida desde redes o medios de comunicación no es una exclusiva de los USA, se trata de un problema global en el que suelen subyacer intereses ideológicos o geopolíticos bastante oscuros. España no es ajena a esa problemática y, desde hace años, se ha convertido en objetivo preferente para desestabilizar a Europa, empezando por el conflicto catalán. Así ha podido constatarlo Josep Borrell en su trabucada visita a su colega ruso Sergei Lavrov, conocido como el 'apóstol ruso de las fake-news'. Hay que reconocerle su sentido del humor negro cuando compara a 'su' disidente Navalny, encarcelado tras sufrir un atentado, con políticos presos catalanes en régimen abierto, derecho a giras y precursores de Trump en la incitación a la sedición. Una maniobra de distracción obvia, aunque España coincida con Rusia en temas como Kosovo. Pero Pablo Iglesias, como 'presidente visible', sorprende con el respaldo a las tésis de Lavrov y del 'déficit democrático' español, pues Rusia parece ser un ejemplo. Naturalmente la UE y la OTAN, hace tiempo que desconfían de la inestabilidad política española.

El Déficit Democrático es el mantra repetido por quienes pretenden destruir las Democracias desde dentro; son populistas o nostálgicos de crueles sistemas fracasados, que aguardan su oportunidad en un escenario de deterioro del Estado, para lo que es preciso un hostigamiento continuado. El caso Hasél es un ejemplo; en 2014, Pablo Iglesias lo calificó como «excitador narcisista… convierte la política en odio personal… es gente cuyo problema no es político, es psiquiátrico». En la actualidad acumula varias condenas por agresiones, amenazas, enaltecimiento de terrorismo y calumnias. Hace años invoca su condición de rapero y comunista, para camuflar su odio violento, clama por 'su' libertad de expresión… y algunos artistas firman un manifiesto para evitar su encarcelamiento, aunque no ingresa por rapear, sino por sus acciones; por mucho menos la muerte acecha al disidente ruso no violento. El 'excitador' incita a manifestaciones, grupos antisistema siembran el caos durante varias noches, en varias ciudades y algunos políticos independentistas critican la actuación de los mossos, por enfrentarse a los vándalos. De nuevo sorprende la ambigüedad ejecutiva: Unidas Podemos no condena la violencia, incluso Echenique se entusiasma ante las acciones de guerrilla urbana. Pero ¿Dónde está el Estado? ¿Quién defiende a los ciudadanos y a la Democracia? La respuesta no está en el viento, está en el aire y procede recordar, a quienes gobiernan, que el Estado no cedió ante ETA, ni puede hacerlo ante los 'borrokas'.

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Cada País tiene el Gobierno que se merece y en Democracia resulta más evidente. Descartes ya advirtió que «es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez». Los ciudadanos han sido engañados políticamente muchas veces, pero no son ajenos a los engaños; Hitler, Trump… no llegan al poder por casualidad, sino por elección responsable de muchos compatriotas. En nuestro degradado panorama político, la terquedad de los hechos muestra que nadie puede llamarse a engaño cuando se reitera el error. Tras una legislatura caótica, Cataluña mantiene su apoyo al independentismo excluyente que promueve la división ciudadana. Dos días después, Hasél es una realidad incómoda, que advierte del elevado coste del oportunismo político. Algunos artistas deberían recapacitar si merece la pena asumir el corporativismo más rancio, por defender la supuesta libertad de expresión de los energúmenos: los Antiderechos.

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