(I-D) Los diputados de VOX Manuel Mariscal, Ángel López Maraver; el líder de VOX, Santiago Abascal y el candidato de la moción de censura, Ramón Tamames, conversan durante la segunda sesión de la moción de censura. EP

Vox y la frivolidad

«Un esperpento mayúsculo que, lejos de servir para nada útil, vuelve a hundir el crédito de nuestra dirigencia y las instituciones»

Ángel Ortiz

Valladolid

Domingo, 26 de marzo 2023, 00:10

La semana nos regaló, gracias a la moción de censura de Santiago Abascal y Ramón Tamames, un nuevo ejemplo, otro más, del tremendo desvarío en el que se ha instalado el debate político en España. Pueden leerse decenas de crónicas y relatos de lo sucedido en el Congreso de los Diputados el martes y miércoles pasados. Los adjetivos se quedan pequeños, mínimos, aplastados bajo la pesada losa de un esperpento mayúsculo que, lejos de servir para nada útil, vuelve a hundir el crédito de nuestra dirigencia y las instituciones en un pozo sin fondo. «Todos preocupados por nadas que llenan pantallas», que canta Guillem Roma, y el vacío convertido «en plenitud». Luego se extrañarán algunos de que el personal de a pie desconecte, desconfíe y recele.

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Nuestra cronista política Lourdes Pérez explicaba así en El Norte de Castilla su punto de vista: «Todos saben que fuera del metaverso del Congreso están los votantes con sus cuitas domésticas y que se la juegan (los partidos) casi a una carta. 'Sánchez es demasiado peligroso como para darle por muerto', ha dejado dicho Inés Arrimadas en nombre del moribundo Ciudadanos». Opino igual. José Peláez lo resumió en ABC del siguiente modo: «En total, casi tres horas estuvo Sánchez hablando, con sus ciento setenta y tres minutos y sus diez mil trescientos ochenta segundos de sopor, dando datos prescindibles, uno tras otro –que si los incendios de Zamora, que si los árboles de no sé dónde, que si el glutamato–, hasta que logró su objetivo y Tamames dijo a grito pelado: '¡Claro, es que se trae usted un tocho de veinte folios para responder a cosas que yo no he dicho!' Ay, don Ramón. Pues claro. Esto es lo que hay. ¿Qué se pensaba, que se iba a encontrar a Alcalá Zamora?» Y aquí va el disparo entre ceja y ceja de Varela, en El Confidencial: «En la conducción de esta moción de censura, todo ha sido un cúmulo de torpezas impropias de un partido serio y de un líder merecedor de ese nombre». Se refería a Vox y al propio Abascal.

Cuesta creer que a Vox le salga gratis lo sucedido esos días. El ridículo y la vergüenza ajena por lo vivido en la Cámara Baja, sensaciones ambas compartidas incluso por muchos de sus simpatizantes, se han viralizado a gran velocidad. A la misma que una plaga de langostas acaba con cuanto encuentra a su paso. Por eso ahora, cada vez que alguien se pregunte si merece la pena votar o sumarse a ese proyecto político, tendrá que vencer el agrio pensamiento, la incómoda duda de situarse, simultáneamente, al lado de quienes han promovido, fraguado y practicado semejante charlotada. Pero no ya por la medida en que la ocurrencia de Dragó ha causado un perjuicio objetivo en la percepción de valor del propio partido político a ojos de su electorado, sino porque además ha conseguido, precisamente en uno de los momentos más difíciles de Pedro Sánchez, mostrar a la vista de todos una alternativa claramente peor que la de Pedro Sánchez y sus socios de Unidas Podemos. Una broma, un absurdo, una frivolidad. Por si fuera poco, la marcianada ha sedado temas de hondo calado y con claras responsabilidades de su dividido gobierno: los cambios del código penal a favor de los condenados del procés, las rebajas de penas a agresores sexuales… Esta semana, toda España ha podido comprobar el grado de frikismo que es capaz de alcanzar una formación que, sin embargo, pretende transmitir ideas de buena gestión, eficacia, seguridad, tradición, lo de siempre, humanismo, familia, o sea, una alternativa como Dios manda... Lo de menos, si me apuran, es que Vox sea o no un partido de súper derecha, ultraconservador, antifeminista, españolista, franquista o xenófobo. ¡Qué más da! Es lo que decía Varela, que no es serio.

No sé hasta dónde impactarán electoralmente los efectos de la moción ni si ello implicará una capitalización clara ni rápida de los descontentos de ultraderecha bajo el abrigo del PP. Pero todo suena a principio, si no del fin, sí del techo de un Vox que ha caído en un error típico: pensar que todo le vale a todo el mundo del mismo modo todas las veces. Que da todo igual con tal de ocupar minutos de tele, redes sociales, radios… No. De hecho, creo que la operación Tamames restará sufragios a Vox en las próximas municipales y autonómicas. Porque vale, habrá muchos que digan que no estamos para lo de todas, todos y todes, pero menos aún para gamberradas como la de esta semana en el Congreso.

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