Cola ante el nuevo quiosco 'La Peseta Café y Prensa', de la calle Constitución. Alberto Mingueza
Míster Cipriano

Hace veinte años de todo

«El estío la época en la que la añoranza se abre paso, porque es el lugar y casa de los primeros besos; de los cortejos torpes y de sus escenarios»

Alfonso Niño

Valladolid

Jueves, 31 de julio 2025, 07:07

Cuentan, los que siempre saben de cualquier tema, que la Navidad es un tiempo para la nostalgia por aquello de que la vida, llegado un ... punto, deja de darte cosas para arrancar a quitártelas. De modo similar, apunto que el verano es el momento en el que aprecias que has crecido hace muchos años, ya que todo empieza a quedarte lejos. Era Gil de Biedma quien glosaba que, de manera súbita, uno aprecia que han pasado dos décadas de aquello que quedó impreso en su memoria y su impronta. Incluso tres, diría yo. Ojalá la vida nos dé aguante para convertirnos en aquello que criticábamos cuando nos bendecía una inocencia rebelde bastante cursi, cuando éramos inexpertos pero la vitamina llamada 'sentirse vivo' nos recorría de pies a cabeza y nuestras rodillas no rechinaban como una puerta de un monasterio cada vez que las sometíamos a cierto esfuerzo.

Publicidad

Escuché en una exposición reciente, en el MOP, que el fotógrafo de los Swingin' Sixties David Bailey tenía un umbral de aburrimiento muy bajo. Por eso, pasaba de una disciplina artística a otra sin asentarse en ningún terreno. Es muy posible que tal cosa nos ocurriera en su día y, al crecer (o madurar, que también), comenzásemos a conformarnos perdiendo inquietud y ganando calma. A eso voy cuando digo que es el estío la época en la que la añoranza se abre paso, porque es el lugar y casa de los primeros besos; de los cortejos torpes y de sus escenarios, que eran esas tardes desocupadas e interminables que iban a morir en ocasos parecidos a los que pintaba Sorolla. Es el origen de melodías que permanecen en tu cabeza desde siempre cuando ahora no eres capaz de recordar tres números de teléfono. Y no hablo sólo de canciones, qué va. Mientras hacíamos digestiones inacabables veíamos la serie de turno tragándonos sus anuncios intercalados, y de ahí que recordemos ahora que necesitamos más, más, más Kas Fruit; que ya nos avisaban los creativos de Chispas que iba a ser nuestra primera colonia, aunque luego los chicos prefiriéramos Boston; que La Española es una aceituna como ninguna y está rellena de rica anchoa; que a Soria ni te lo imaginas; que respondieras «la hora 103» a cualquiera que te solicitara lo que marca el reloj o que lleves tarareando lo de Movierecord desde que jugaba el Pato Yáñez.

La morriña aparece en entornos físicos y también temporales. Y, entre julio y agosto, a veces nos da un arrechucho melancólico acompañado de un recordatorio como de comunión de los noventa pero en forma de retortijón. Es lícito, estamos cansados de cumplir pero no de celebrar. En la serie'Hacks' dice Deborah Vance, protagonista que disfrutó de las mieles del triunfo, que no quiere ser un lamento por el pasado, que ella siempre mira hacia delante. Es decir, que ustedes y yo podemos echar una ojeada a lo vivido, hacer una pausa valorativa y agarrar dos o tres guiños que nos den gustirrinín antes de seguir de frente. Aquello de Farala en la oficina y buscar a Jacq's estuvo bien, pero hoy se puede cantar que Megaluisfer repara tu móvil y tu ordenador; que mi vecino 'Jose' te ayuda en tu mudanza, te hace el IRPF y sabe tirar cañas; que Mundo Industria es el almacén ideal para el profesional o que los envases del verano siempre van al amarillo.

En breve pasará todo lo que ahora es importante. Seguro que habrá un día en el que nos alejaremos de estos aspectos mundanos, siendo más viejos, lentos y llevando un peso ingente sobre los hombros. Será entonces cuando volveremos a este lugar sólo con que suene alguna de aquellas sintonías. Y si dudan que hay cosas que se mantienen por siempre, fíjense que lo más en la ciudad, actualmente, es un sitio magnífico llamado Peseta en el que venden prensa y café (excelente, por cierto). Vamos, un innovador kiosco de toda la vida.

Publicidad

Entre tanto, y transitando entre lo valioso y lo risueño, apuesto por disfrutar de insensateces como cantar melodías publicitarias absurdas que te llevan a días zalameros. Porque, muy pronto, de todo hará cuarenta años. O cincuenta. Y tocará entretenerse con otras cosas, pero no estas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad