Ibarrola
Míster Cipriano

La mala educación

«Estoy harto de que pases por la vida como si estuvieras por encima de todo y todos, de que hagas preguntas como «¿tienes hora?» sin ni siquiera decir «perdona» al empezar o «gracias» al recibir la información»

Alfonso Niño

Valladolid

Jueves, 7 de septiembre 2023, 00:37

Mira que la gente es cívica, incluso en estos días. Pero siempre, siempre se hacen notar varios como tú, artista. Maleducado, en definitiva. Y, seguramente, ... no por haber tenido malos maestros o ejemplos tácitos de cortesía y convivencia. Porque no te da la gana. Porque oíste en un anuncio lo de «yo lo valgo» y lo llevas tan a gala que te lo has tatuado con letras japonesas. Lo que no sabes, palurdo, es que L'Oréal no hace champús pensando en ti y que lo que realmente pone en tu tatuaje es «taburete». Y sí, por eso el otro día, al pasar por la Plaza de Santa Cruz, dos turistas orientales se te quedaron mirando un rato, no por tus bíceps cincelados a golpe de CrossFit y foto protocolaria en Instagram.

Publicidad

Escribo esto aún sabiendo que no lo leerás. El último periódico que has abierto fue el Marca y lo ojeaste en diagonal. Y es que estoy harto de que pases por la vida como si estuvieras por encima de todo y todos, de que hagas preguntas como «¿tienes hora?» sin ni siquiera decir «perdona» al empezar o «gracias» al recibir la información. Estoy cansado de que, al pasear por la calle, escupas en la acera después de sorberte los líquidos vitales como si los sacases del subsuelo. Cerdo. Y lo dejas ahí, porque no entiendes que la urbanidad es pensar en que otros pasan por ese lugar y se encuentran con que un piltrafilla como tú va soltando su impronta.

Me pregunto cómo es posible que se te acerque alguien desprendiendo ese aura de triunfador de outlet que te caracteriza, teniendo esa pinta de gritar al del coche de delante sólo si es una chica o un tipo bajito y con gafas, abriendo la ventanilla para soltar improperios mientras se te escapa una baba traicionera. Sé que estarías viéndote reflejado si cayeras en esta columna, pero, como eres medio bobo, te reirías pensando que hablo de otro. Y es de ti. Soberbio.

Te dieron un bofetón, merecido, en Bagur con dieciséis y llevas media vida devolviéndoselo únicamente a aquellos que no supongan un reto. Cobarde. El otro día coincidimos y no te diste cuenta. Entraste en los cines Broadway dejando el móvil con sonido porque esperabas una llamada muy importante o porque en el momento clave de la película tenías que mirar un WhatsApp que te había mandado un colega. Efectivamente, soy el que dijo en alto: ¿puedes dejar de hablar por teléfono? También soy yo el que, diez segundos más tarde, preguntó si eras tonto.

Publicidad

Ahí no te diste la vuelta, machote.

Hace años, te veía cada semana. Eras el palizas que iba dando el coñazo a todas las chicas en Molly Malone. Claro que me acuerdo, hombre. El chapas que pegaba la hebra a un grupo y, cuando le mandaban a escardar cebollinos, se daba la vuelta mirando a su banda de amigotes y gritaba finuras como «si son unas gordas» o «vaya pijas de mierda». ¿Lo ves? Tengo una memoria fotográfica para los peleles cum laude. También recuerdo, por si te interesa el final de la historia, que a las cuatro y algo seguías por allí, apoyado en una columna y venías a la cabina a pedirme una canción: «ponme la de…, que me la ha pedido la rubia del fondo». Pero la rubia del fondo se iba de la mano de un periquito más pintón que tú. Y lo siguiente era que pagabas cada copa a tocateja y te largabas a Poniente a ponerte en la interminable cola y pillar un taxi. Solo.

En fin, que tampoco te quiero dedicar más tiempo. Únicamente, espero que sigas dando con la horma de tu zapato cada vez que intentes pasarte de listo. Es una pena que en vez de uno haya bastantes de tu cuerda. Todos los que hoy leen este texto conocen a un ganapán a tu ínfima altura que habita (porque vivir, no sabes) en los alrededores y les da el mismo repelús que me produces tú a mí. Porque la elegancia, en el vestir y en el comportarse, puede venir de fábrica… pero también se puede aprender. Es una pena que el día que trataron esa lección tú estuvieras ocupado siendo «fantástico». Fant… asma.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad