Ical
Míster Cipriano

Arden

«Malditos seáis los causantes. Malditos seáis los que permitís que se repita. Malditos mil veces los que calláis sabiendo nombres»

Alfonso Niño

Valladolid

Jueves, 14 de agosto 2025, 07:47

Ardo en deseos de ver caer a los culpables, a los pirómanos locos que convierten un entorno histórico en cenizas. Esos canallas que amparándose en ... Dios sabe qué subterfugios se creen intocables, anónimos, fantasmas que hacen su sucia labor y huyen como las ratas que son. Detrás dejan un reguero de fuego exterminador, salvaje, desatado. Les da igual. Algo ganarán, supongo. Algo pillaremos, piensan. Y, mientras, el resto miramos a ese horizonte gris y pardo intentando adivinar qué se puede hacer, por qué tanta impunidad, por qué no se regulan estos repetidos actos delictivos de manera que salga asquerosamente caro aprovecharse de una inmundicia vergonzante.

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Ardo en deseos de escuchar explicaciones del gobierno regional; de saber por qué los medios se consideran adecuados y, verano tras verano, se revelan como escasos. Quiero conocer las razones concretas por las que un grupo de bomberos que se juega la vida en jornadas extensísimas tiene un ridículo bocata para comer. No son un grupo que ha ido de convivencias a Navalguijo, no los traten así. Valoren su arrojo. Es su trabajo, por supuesto, y para ello se preparan. Pero digo yo que se les podría hacer la tarea, esa para la que los de a pie no daríamos la talla, un pelín menos engorrosa, que no están tecleando en una oficina con el aire acondicionado al siete.

Ardo en deseos de adivinar qué se le pasa a un ministro para hacer chanza y chacota de una catástrofe semejante. Me quedó claro que Zamora le importa un huevo con el asunto de las paradas, y aun así me sorprende que ahora se sirva de esta hecatombe para tratar de restar un poquito al enemigo. No es el único que usa estas artimañas, es cierto, pero es el más marrullero de largo. Ganador, sin duda, como le gusta decir. Es una cualidad triste la de hurgar en la basura y usar el mal de muchos para castigar a un par.

Anhelo con vehemencia lo dicho, pero son aspiraciones etéreas que se disipan cuando recuerdo la humareda. Porque lo que de verdad arde, por desgracia, es la sierra. Son Las Médulas. Es una superficie que de forma repetida está en el blanco de la vileza. Y es nuestra tierra. La vacía, la recia, la pobre, la esforzada, la del poco fruto y mucho trabajo. Y, ahora, la abrasada por las malas mañas de un puñado de miserables.

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Malditos seáis los causantes. Malditos seáis los que permitís que se repita. Malditos mil veces los que calláis sabiendo nombres. Malditos los que estáis más interesados en hacer comentarios cínicos que en lamentar la calamidad. Dice la sabiduría popular que el que juega con fuego se quema. Espero con ansias insanas que todos aquellos que tengan parte, activa o no, en las consecuencias de esta fatalidad acaben calcinados.

Mientras, decenas de personas arriesgan el pescuezo para parar el terror y el drama. Escasos de agua, de comida y de fuerzas. En unos días, y tras una ducha para limpiar sus caras tiznadas, recibirán la protocolaria palmadita en la espalda. Cuando ya no importe, cuando no sirva, cuando todo esté perdido. Es ahora cuando necesitan el ánimo, los medios y los refuerzos. Porque es ahora cuando el feroz incendio invade todo dejando un sendero negro tras de sí. Un cementerio de esperanzas que arden, como yo.

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