EFE
Míster Cipriano

Acción de Gracias a la castellana

«Y es que en la meseta ni siquiera necesitamos pavo. Porque los nativos somos nosotros y elegimos el menú»

Alfonso Niño

Valladolid

Jueves, 23 de noviembre 2023, 00:24

Ayer pasé media tarde buscando por los estantes de un supermercado de Adolfo Miaja unos raviolis que tuvieran pavo. No son lo mismo que tener ... tres horas en el horno un bicho de cuatro kilos, pero servirán. Pablo Lázaro, de Recomiendo Valladolid, maldeciría mi nombre y me urgiría a hacerlos caseros o comprarlos en una tienda gourmet, tipo Sofrito Market, en la Plaza del Corrillo. Pero es que no me da tiempo. Si me siguen a través de mis artículos semanales (síganme, soy buen chaval), recordarán que esta semana toca cena de Acción de Gracias, y el invento culinario que propone mi señora conlleva cocer previamente esta pasta rellena. Además, lo del pavo nos viene al pelo. Así que prometo bajar al centro la próxima vez.

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Lo importante en este caso no es la pitanza, que también, sino que aprovechamos el vuelo de una mosca para juntar a siete amigos –que hace seis años no eran ni conocidos–, abrir un par de botellas (ya serán tres) de Dehesa de los Canónigos y regar con ellas unos cuantos platos marca de la casa. Y sí, le ponemos de nombre «cena de Acción de Gracias» porque nos vale de excusa para la reunión.

Miren, la mayoría somos más de aquí que el museo del pan. Que los colonos ingleses almorzaran con los indígenas en mil seiscientos y pico nos importa bien poco, pero si el grueso de la población iza la bandera del Black Friday para satisfacer sus ansias de consumo y otros se escudan en el Blue Monday para hacerse los tristes en sus stories y que la gente les haga casito, yo me agarro a este 23 de noviembre como Igea y Pablo Fernández se aferran a su sillón del grupo Mixto, me enrollo en la bandera del agradecimiento y tomo como mías las palabras de Pau Donés cuando decía que eso que me dan (los demás) es mucho más de lo que pido.

Al fin y al cabo, supongo que en muchos órdenes de la vida es de lo que se trata: Sánchez agradece a Puente los servicios prestados y le pone al frente de un ministerio, Carnero lo hace con Escudero nombrándolo Mano del Rey y Kenedy se parte el pecho por Pezzolano por no haberle condenado al retiro.

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Y es que en la meseta ni siquiera necesitamos pavo. Porque los nativos somos nosotros y elegimos el menú. Y si el pretexto para congregarnos en torno a una mesa es que los de las barras y estrellas, que de santos van algo justos, hacen puente desde este jueves, aquí, corazón del imperio, vive Dios que elevamos la voz y decimos eso tan propio de «¡a mí me va a hacer de menos uno de Wichita, que es territorio conquistado!». Así que, por si les sirve, doy unas claves para el encuentro. La primera es que el nombre que le ponga al sarao es bastante trivial. En casa valoramos colocar un letrero diciendo «Bienvenidos a los jueves de callos», pero veíamos que todavía se nos apuntaba algún vecino y de sitio andamos peor que Shakira de asesores fiscales. También les puedo decir por dónde me paso yo la empanada de calabaza o el ponche de huevo. En su lugar, le damos al pastel cordobés, con jamoncito buenón del que cortan en La Alberca, y a un verdejo nuevo que se llama Pisuerga y te quita el sentido y doce años de encima. Del postre se va a ocupar una de Santander, que en puridad es Castilla la Vieja. Si lo vemos mal, pasamos por El Castillo y dos litros de chocolate solucionan el tinglado.

Y es que el asunto es sencillo. Tengo dos tazas que van en pareja. En una pone 'juntos' y en otra 'es mejor'. Me las regalaron cuando Mr. Wonderful aún estaba de moda y es en lo único que le doy la razón a ese tío cursi. Júntense. Da igual la coartada. Celebren que están vivos y que, por ahora, se llevan bien. Fíjense que en este convite se sientan silla con silla un jefe y dos compañeras. Y tan ricamente, oiga. Si el Ministerio de Trabajo organizase eventos de estos con la patronal, a lo mejor se ponían de acuerdo en algo. Nosotros brindaremos por las risas futuras, por los planes que rompen la rutina, por los que se han ido que nos acostumbraron a disfrutar de una sobremesa canónica, por las cañas bien tiradas, por los langostinos del Atleti, por las croquetas, por el chorizo de pueblo y por tener un día un Delorean como el de Marty McFly. En definitiva, esta ronda va por usted que lee esta columna cada jueves, aunque lo haga a regañadientes. Agradecido de que siga ahí y sea, como Cipriano, un noble ciudadano de postín. Ah, y pasen de pavo, que se queda más seco que Alkorta en aquel regate de Romario. Trabajen el cordero como se estila en estos lares. Y, si pueden, inviten a un guiri a sentarse en su comedor. Verán como no hay mayor acción de gracias que la suya al probar ese manjar de dioses.

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