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Supongo que habrán visto el tráiler y las infografías de la nueva estación ferroviaria de Valladolid. Una obra faraónica con un presupuesto mareante: 253 ... millones de euros. Dicen que esto va a situar a Valladolid en el futuro, porque resulta que antes no lo teníamos garantizado y corríamos el riesgo de estancarnos en el tiempo, como Bill Murray en esa película que ustedes ya conocen.
Ahora sólo nos queda armarnos de paciencia, porque está previsto que las obras duren 43 meses, que seguro que acaban siendo muchos más. Basándonos en la experiencia de Chamartín, podemos calcular cinco o incluso seis años de incordios. Lógicamente, la estación va a estar abierta y operativa durante todo ese periodo; el ministro Óscar Puente admite que eso causará «algún problemilla» a los usuarios. Qué cachondo mental. Yo en Chamartín, por culpa de los eternos trabajos de ampliación, he visto estampas propias de un conflicto bélico.
A la macroeconomía, esta infraestructura con esteroides le vendrá bien: más vías, más conexiones, más viajeros… A la gente de a pie, ya no lo tengo tan claro. No sé cómo repercutirá en el mercado de la vivienda. Quizás aterricen sobre nosotros todos los fondos buitre que han causado estragos en Madrid.
Entre otras consecuencias para la ciudad, la nueva estación elimina definitivamente la posibilidad del soterramiento. Los próximos candidatos a la alcaldía tendrán que formular promesas más extravagantes (total, qué más da si luego no cumplen casi nada de lo dicho). Tal vez encontremos en algún programa electoral el proyecto de una rampa de esquí con nieve artificial para el centro de la plaza Mayor.
¿Y qué les parece el diseño de la nueva estación? Cada vez que oigo la expresión 'edificio icónico', arrugo un poco el entrecejo. A mí, he de reconocer que esta moda actual de que la arquitectura tenga apariencia un poco orgánica me da repelús. En Sevilla han levantado un engendro que los locales pronto han bautizado como Las Setas. Ya simplemente las fotografías me provocan picores; búsquenlo en Internet si tienen curiosidad.
Nuestra estación megalómana no es tan radical, pero va a estar recubierta de una «piel textil» que le da un aspecto como de invernadero de Almería o de paciente envuelto en vendas, recién salido de una compleja operación quirúrgica. Habrá que ver qué pinta tiene al natural y cómo envejecen los materiales, aunque eso será si llegamos hasta allí (toquemos madera), porque cada año mueren 5.000 vallisoletanos, que pasan directamente a formar parte de las infografías fantasmales de futuros proyectos urbanísticos.
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