Una madre palestina acuna a su hijo enfermo que muestra signos de desnutrición. AFP

La hambruna como arma de guerra

Es ésta una muralla entre el ejército israelí y las milicias de Hamas gobernadas por el método de una guerra perpetua

Agustín Remesal

Valladolid

Sábado, 26 de julio 2025, 08:25

Suenan las cacerolas, las sirenas y el griterío desesperado de una multitud hambrienta en busca de la ración cotidiana entre los escombros de los edificios ... derruidos. En el territorio de una guerra inacabada desde Eretz a Rafah, esa estrecha y disputada Franja palestina donde sobreviven dos millones de cautivos en una cárcel sin techo, se repite cada día la escena del hambre: los habitantes de Gaza deambulan por el escenario bélico de una guerra sin fin, en busca de alimentos y huyendo de las bombas. Medio millón de palestinos se enfrentan allí cada día a situaciones catastróficas, la escasez alimentaria, una de las peores crisis de hambre en el mundo actual, de la que son víctimas por inanición más de 100.000 niños y mujeres que sufren una desnutrición aguda severa. En Gaza, el hambre está siendo usada como arma de guerra al igual que una estrategia bélica, la más arcaica en la historia de la humanidad.

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Más allá de las balas y los misiles, los recursos básicos como alimentos, agua y medicinas han sido utilizados como herramientas de guerra a lo largo de la historia y están siendo también empleados actualmente en Gaza. Según las organizaciones sanitarias, la infraestructura humanitaria de Gaza ha sido recortada desde hace dos meses a causa del bloqueo israelí de la ayuda internacional. El último informe de la ONU advierte que más de 1.400 trabajadores sanitarios palestinos han muerto en incursiones israelíes en Gaza desde el inicio de la guerra en octubre de 2023. El aumento de las hostilidades entre el ejército israelí y las milicias de Hamas ha provocado un gran retraso en los suministros de alimentos y medicinas. En esa guerra de grandes dimensiones, la hambruna no es menos mortífera que las operaciones militares, y sí es aún más cruel ya que atenta contra la vida cotidiana de los civiles al convertir esa necesidad básica en su principal medio de supervivencia.

La «Operación Carros de Gedeón» lanzada hace tres meses ha permitido al ejército israelí cortar las maniobras clandestinas de Hamas encubiertas en centros de distribución de alimentos y controlar además la superficie del 75% de la Franja de Gaza, una zona de la que unas 714.000 personas fueron evacuadas por la fuerza. En el territorio subterráneo dominado por las milicias palestinas, el Estado Mayor del ejército israelí teme por la vida de los rehenes, probablemente escondidos en las tres zonas donde se ha concentrado la población gazatí, donde casi medio millón de palestinos viven en condiciones deplorables hacinados en menos de diez kilómetros cuadrados.

El riesgo de la hambruna que pesa sobre la población civil de Gaza es sólo consecuencia del bloqueo impuesto por Israel. Su ofensiva en la zona central de la Franja lanzada esta semana acelera el deterioro de la situación humanitaria por la desnutrición y el peligro de la hambruna severa que afecta a todos los gazatíes. Miles de palestinos desesperados saquearon el principal depósito de la  Agencia de la ONU para los Refugiados (UNRWA), una señal de la gravedad de la situación en ese territorio de la extensión del hambre y la desesperación. A pesar de ese caos que no cesa, Netanyahu no da señales de levantar su bloqueo brutal. El gobierno israelí afirma haber prohibido la entrada de ayuda humanitaria a Gaza para obligar a Hamás a liberar a los rehenes. De los 251 secuestrados por Hamas el 7 de octubre de 2023, 58 siguen retenidos en Gaza, 34 de ellos fallecidos según el ejército israelí.

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La guerra perpetua, proyectada por Benjamin Netanyahu para aniquilar a las milicias de Hamas, ha causado en 21 meses la muerte de unos 50.000 palestinos, 1700 víctimas morales israelíes y 49 secuestrados. Con su estrategia geométrica regional para instigar a sus enemigos vecinos, el gobierno de Netanyahu ha atacado ya a todos esos países islamistas, incluso a aquellos que actualmente no le son hostiles aunque suministran ayudas a Hamas. Tras sus bombardeos, Israel ha decidido que es mejor apaciguar a sus adversarios islamistas (Líbano al oeste, Siria al norte e Irán al oeste) marcados ahora por el caos, la derrota y el miedo, creyendo que así podrá controlarlos sin temerlos. Es ese quizás un baluarte de inestabilidad confusa, poco seguro y sólo vigilado por el método israelí de su beligerancia perpetua.

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