El atentado resuelto 19 años después
La Guardia Civil aclaró el último crimen de ETA en Vitoria, el de Máximo Casado, por el escrito que uno de los autores mandó a la cúpula. «'Txapote' me dijo que nos respeta», desvela el jefe de esa investigación
David González
Domingo, 26 de octubre 2025, 08:59
El asesinato a manos de ETA de Máximo Casado, funcionario en la antigua prisión alavesa de Nanclares de la Oca, estaba condenado a quedar sin ... resolverse. Cometido el 22 de octubre de 2000 –esta semana se ha cumplido el vigésimo quinto aniversario–, pasó años en un cajón. Sólo pudo incriminarse a los dos chivatos de la banda terrorista, Zigor Bravo y Juan Carlos Subijana, quienes informaron a los autores materiales de cómo acabar con este leonés de 44 años y vecino de Vitoria. Hasta que en 2016 el Grupo de Información de la Guardia Civil en Álava tuvo acceso al archivo histórico de ETA, aprehendido en Francia en marzo de 2002.
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Entre esos 40.000 folios, sus agentes se fijaron en una 'kantada' (carta autocrítica que todos los etarras capturados debían enviar desde la cárcel a sus superiores para explicar qué habían hecho mal) de José Ignacio Guridi, miembro del 'comando Ttotto', que operó en Álava entre 1999 y 2001. Hacía referencia a «la lapa de Gasteiz». Por primera vez, el entonces responsable de esa unidad del instituto armado, al que llamaremos Javier, revela cómo ese manuscrito en teoría inocuo les llevó hasta los tres autores materiales y a quien ordenó el crimen, Francisco Javier García Gaztelu, 'Txapote'.
«La información sobre el atentado de Máximo era muy escueta. En Vitoria sólo había habido dos atentados con bomba lapa y el otro estaba resuelto», subraya. Una pericial grafística corroboró que la letra era de Guridi, encargado asimismo de fabricar el artefacto explosivo. En la misiva señalaba a otro integrante de Ttotto, Asier Arzalluz. Al parecer «no usó guantes» con el riesgo de dejar sus huellas «en un rollo de cinta adhesiva», que sería localizado en otro operativo. Con ese y otros indicios abrieron veta hasta que la Audiencia Nacional reabrió el caso en marzo de 2017. Encontrar a los entonces supuestos autores materiales resultó sencillo. Todos estaban en prisión por otros atentados. Javier, en compañía de otros guardias civiles, se entrevistó con ellos en varias ocasiones.
«Claro que les sorprendió vernos. Guridi negó haber mandado la 'kantada'. Cuando enseñé al manuscrito a su abogado hizo un gesto revelador, como de 'me han pillado'», enfatiza este mando ya al margen de esta unidad de Información. «'Somos gudaris igual que tú', me dijo. Creo que intentó dignificarse». También le preguntó por «cómo está el Gorbea». Al parecer, le gustaba subirlo en bicicleta antes de dedicarse a matar a inocentes.
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También interrogó a Asier Arzalluz y a Aitor Aguirrebarrena, a quienes califica de más «retraídos y callados». El primero, además, cometió varias torpezas que sirvieron para abrir otras investigaciones judiciales.
«Con la camiseta de Euskadi»
Los tres integraban el 'comando Ttotto', que pendía de Xabier García Gaztelu, 'Txapote', exjefe del aparato militar de ETA conocido por su carácter sanguinario. Participó u ordenó una treintena de atentados. Está preso desde 2001, tras ser capturado el 22 de febrero de ese año en la localidad francesa de Anglet. La célula de los otros tres sospechosos fue desmantelada por la Ertzaintza el mismo día.
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Javier y su equipo se presentaron en la prisión de Huelva, donde 'Txapote' penaba sus pecados. El guardia civil recuerda cada instante. «Me recibió con la camiseta de la selección de Euskadi. Se le notaba el estrés y te diría que el odio. Llevábamos traductor de euskera por si quería tirar de él. Le miró como diciendo '¿éste qué hace aquí?'. Transmitía un rencor exagerado».
Este líder caído, describe el jefe de esta investigación, «era alguien a quien en su mundo respetaban y temían». Aporta un ejemplo esclarecedor. «Cuando Guridi empezó a salir con una presunta colaboradora del comando llamada Aloña –hoy concejal de Bildu en un municipio guipuzcoano–, pidió permiso a su jefe».
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Quizá por los años entre rejas o por el desconcierto de la imputación –gracias a esa 'kantada' vendrían otras–, Javier rememora una frase sorprendente de 'Txapote' en esa sala de interrogatorios. «En un momento dado, me dijo que respetaba mucho nuestro trabajo. Lo dijo totalmente en serio, hablamos de alguien que mucha gracia no tiene». Como es habitual, los cuatro señalados jamás han admitido su participación en el asesinato de Casado.
El 18 de junio de 2018, el Juzgado de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional les imputó por el asesinato de Casado, que murió en el acto en el garaje comunitario de su casa. Su mujer, Conchi, tenía pensado acompañarle y desistió en el último momento. Desesperanzada con las autoridades vascas y la sociedad alavesa, abandonó Euskadi a los pocos días de perder al amor de su vida. Reside en un pequeño pueblo de León.
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Javier, su equipo y el entonces director de la cárcel alavesa, Benito Aguirre, la visitaron antes de la vista oral. «Queríamos que se enterara por nosotros. Jamás olvidaré su abrazo al despedirse. Su máxima aspiración era poder ver a los asesinos de su marido y ese deseo lo vio cumplido en el juicio». El 1 de octubre de 2019, cada uno de estos cuatro etarras fue condenado a 33 años de prisión por este crimen. Aguirrebarrena salió en tercer grado en junio. El resto continúa entre rejas.
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