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El Húmedo secreto

Veinte años después de la catalogación de la puerta principal de acceso al campamento romano de León, el barrio sigue conviviendo con su pasado más antiguo

Luis V. Huega/Leonoticias

Domingo, 15 de febrero 2015, 11:20

Han pasado unos veinte siglos y León sigue conviviendo con su pasado. Los restos del campamento de las legio VI y VII afloran por el centro de la ciudad, pero muchos de esos vestigios se encuentran, literalmente, dentro de viviendas y de locales comerciales. Muchos de ellos están catalogados, otros aguardan ser descubiertos. Pero hay quien vende camisetas de Los Kiss o banderas de Che Guevara frente a lo que queda del muro de una torre de defensa o quien sirve vinos y tapas, justo donde un pasadizo comunicaba con el anfiteatro castrense.

El Barrio Húmedo esconde o deja entrever el legado de los fundadores de la ciudad. En este 2015 se cumplen veinte años del momento en el que el Ayuntamiento de León catalogó uno de los restos más importantes para conocer la historia de la ciudad, la que emanó de aquel campamento militar amurallado, a cuya sombra comenzó a florecer una vida civil que, después, dio paso a la época medieval y, con ella, a una ciudad que rezuma historia por los poros de sus restos arqueológicos.

Era 1995 cuando el Ayuntamiento de León, en la etapa de gobierno de Juan Morano, emprendió el proyecto de peatonalización del Barrio Húmedo. Durante los trabajos, se hallaron restos de la porta praetoria, el principal de los cuatro accesos al campamento romano. El sótano del edificio que albergó hasta el pasado 1 de febrero el comercio Almacenes Catalanes guarda los restos de una de las dos torres de defensa que flanqueaban la puerta. Justo enfrente, en la tienda de regalos Modes, se conserva, como parte de la decoración, el muro de la otra torre.

De aquella puerta, esta calle

La porta praetoria enfocaba directamente a Los Principia, el cuartel general de la legión. «Solía ser la más monumentalizada y donde se realizaba mayor énfasis constructivo, con unas dimensiones ligeramente superiores a las otras tres puertas», explica el arqueólogo municipal, Victorino García, que estima que esas dos torres, cuyos restos se encuentran en esos dos establecimientos, a ambos lados de la calle Cardiles, podrían haber tenido unos 25 metros de largo por doce o trece metros de altura. Desde ahí, se controlaba el acceso al campamento, exclusivo para los soldados de la legión, que se realizaba a través de dos vanos intermedios.

La construcción del campamento romano data de finales del siglo I y principios del siglo II después de Cristo. Hacia el siglo III, la Legio VII mostró «signos de debilidad militar». Para facilitar la defensa del recinto, se tapió uno de esos dos vanos. «Se deja solamente uno de los pasos en uso, lo que motivó que la calle Cardiles que ahora todos conocemos tenga la anchura que ahora tiene, que no era otra que la anchura de uno de esos dos vanos, el que no se cerró», por lo que las dimensiones de ella calle tiene «origen romano», explica el arqueólogo del Ayuntamiento de León.

Entre los siglos V y X, la porta praetoria, situada hacia el sur, al igual que otros puntos del recinto amurallado, sufrieron algunas modificaciones arquitectónicas. Las torres permanecieron y este punto comenzó a denominarse Puerta de Rey, por la cercanía que se le presupone al palacio altomedieval de los monarcas leoneses, en el torno de la actual iglesia gótica con detalles mozárabes de Palay del Rey, primer panteón real leonés. Pero el ocaso de esta construcción llegó con el levantamiento, quizá hacia el siglo XI, de la cerca medieval.

La muralla romana ya no tenía nada que defender y los leoneses de por aquel entonces comenzaron a construir sobre ella, entorno a ella o a partir de ella porque «ya no tenía mucho uso ni mucho sentido». Paulatinamente, los restos romanos fueron desapareciendo o quedando integrados en construcciones medievales de nueva creación. «Si recorriéramos todo el lienzo sur de la muralla, en todos los casos los restos están en el interior de lo que en su momento fueron edificios que después fueron sustituidos por otros edificios», comenta Victorino García. Así, hasta llegar al día de hoy.

La ciudad parásita y el anfiteatro

Fuera de aquel recinto romano amurallado que daba cobijo al ejército romano se fue generando una «población civil parasitaria de la militar». Eran comerciantes, artesanos, hortelanos y otros productores e, incluso, las mujeres y los hijos de los soldados que, aunque «de jure» no podrían mantener relaciones, «de facto» sí eran consentidas por el imperio. Muchos de esos militares romanos, llegados de otras tierras, una vez que se licenciaban, se quedaban a vivir en esa urbe que creció a la sombra de la muralla, pero que se había asentado ahí porque era «la zona más soleada y benigna».

De las viviendas que esa sociedad civil fue levantando frente a porta praetoria también hay restos. Pero de lo que se construyó extramuros destaca, sobre todo, el anfiteatro, cuyos restos arqueológicos permanecen en las dos criptas visitables de la calle Cascalerías. Victorino García explica que, a pesar de ser un anfiteatro castrense con un aforo para unas 5.000 personas, se asentó fuera del campamento militar para que no le quitara espacio a los barracones de los milicianos. El sótano del establecimiento hostelero del Racimo de Oro, en la plaza de San Martín, conectaba mediante un túnel, ya desaparecido, con ese lugar.

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