Javier Moro. Chema Moya-Efe

Memoria de Delibes

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Javier Moro: «El escritor, el ser humano y el paisaje forman un todo inalterable. El pensamiento y las palabras son cómplices de la obra. Responden a un compromiso ético y civil con la vida, y los hechos guardan una inaudita coherencia con aquellos que sus novelas denuncian o defienden»

Javier Moro

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:45

El escritor y el hombre no siempre coinciden. Hay escritores capaces de inspirarnos, hasta de apasionarnos con sus textos, pero luego la persona que hay detrás no se ajusta a nuestras expectativas. De hecho es un consejo ampliamente difundido que, si te gusta un autor, mejor no lo conozcas en persona no vaya a ser que te defraude. A mí me hubiera gustado mucho conocer a Delibes. Hubiera sido como encontrarme con un personaje de mi familia paterna, salmantina, como mi abuela, que supo transmitirme el amor a la tierra de Castilla y a sus gentes. Mi abuela era como Delibes, adusta, de pocas palabras, justa, recta y sobria. Solo que ni escribía ni cazaba. Eran de un solo bloque, sin dobleces.

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En el caso de Delibes, el escritor, el ser humano y el paisaje forman un todo inalterable. El pensamiento y las palabras son cómplices de la obra. Responden a un compromiso ético y civil con la vida, y los hechos guardan una inaudita coherencia con aquellos que sus novelas denuncian o defienden. Delibes es una roca, siempre fiel a sus mismos amigos, a la misma mujer, al mismo periódico, a la misma editorial y a sus grandes pasiones: el periodismo y la caza. O sea al paisaje, a Castilla.

Su fuerza reside en lo eterno de su mensaje. Mucho antes de que el ecologismo se erigiese en una nueva ideología, Miguel Delibes nos enseñó que la naturaleza es el antídoto contra el progreso desalmado, contra la violencia, la desconfianza, la soledad, la incomunicación, la autocracia, la injusticia y el culto al dinero como valor absoluto.

Denunció, cuando pocos lo hacían, lo que se veía venir, la masificación de las ciudades y la alienación del hombre moderno, y lo hizo siempre de manera inteligente. Sus personajes oscilan entre la miseria moral y la grandeza espiritual, entre lo mezquino y lo sublime, entre la aspereza –reflejo de la tierra– y la bondad. Porque Delibes ante todo fue un cronista de la humanidad, y como tal maestro de muchos escritores. Su alargada sombra, fecunda y amiga, nos sigue acompañando, y nos inspira.

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