Los inocentes peruanos
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Santiago Roncagliolo: «Me sorprendió sentir que aquel vallisoletano, aunque quizá no hubiese pisado ningún país al mismo tiempo que yo, describía al mío mejor que la mayoría de sus autores nativos»Santiago Roncagliolo
Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:46
Leí 'Los santos inocentes' a comienzos de los noventa, una época en que los latinoamericanos considerábamos a nuestros escritores como semidioses: Mario Vargas Llosa había sido candidato a presidente, Gabriel García Márquez viajaba con Fidel Castro, Carlos Fuentes cenaba con Bill Clinton... Y todos ellos escribían novelas situadas más allá de mi inteligencia: complejas redes de referencias culturales, calideoscopios con 70 puntos de vista, novelas enteras sin signos de puntuación, ambientadas en París, o en universos fantásticos poblados por seres irreales.
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Por eso, cuando cayó en mis manos 'Los santos inocentes', me sorprendió sentir que aquel vallisoletano, aunque quizá no hubiese pisado ningún país al mismo tiempo que yo, describía al mío mejor que la mayoría de sus autores nativos.
Y es que el señorito del cortijo –Iván– y la familia del campesino Paco retrataban con gran precisión el abismo entre las clases sociales que yo veía todos los días, y muy especialmente, la deshumanización de los más pobres que produce tal abismo. Por ejemplo, yo estaba acostumbrado a oír usar la desigualdad como justificación para el racismo. Muchos campesinos andinos no tenían un colegio a dónde ir, y mucha gente blanca consideraba su analfabetismo como una muestra de inferioridad étnica. Incluso se sentía obligada a «cuidar» de esa gente, como se cuida de un perro. La novela de Delibes, aunque todos sus personajes fuesen blancos, iluminó para mí el perverso mecanismo por el que la discriminación se justifica a sí misma. Y de paso, me enseñó que los grandes escritores, cuando escriben sobre su lugar, escriben sobre todos los lugares.
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