Decente, auténtico, coherente, comprometido
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Raquel Lanseros: «Cuentan que Miguel Delibes, el escritor deslumbrante y honorable, hace diez años que ya no está. Pero a juzgar por su literatura y su ejemplo, la suya se me antoja una manera grande de seguir estando»Raquel Lanseros
Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:44
El pasado 17 de octubre se cumplió un siglo del nacimiento de Miguel Delibes en Valladolid. Novelista inolvidable, director de El Norte de Castilla, miembro de la Real Academia Española y amante de la naturaleza, Miguel Delibes se erige cien años después de su nacimiento como un símbolo que traspasa las fronteras de la literatura para encarnar la figura del hombre decente, auténtico, coherente y comprometido con los valores humanos.
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Avanzado a su tiempo, como suelen serlo siempre los mejores, Delibes atesoró y transmitió una concepción del mundo natural presidida por el respeto, el conservacionismo frente a la depredación y la perpetua estimación de la vida bajo cualquiera de sus formas. La admiración que su trayectoria me suscita es global, pues la brillantez y hondura de su literatura se encuentra indeleblemente acompañada por un recorrido vital sólido y ético, en unos tiempos en los que, por desgracia, escasea más de lo deseable tanto lo primero como lo segundo.
La segunda mitad del siglo XX en la literatura española no puede explicarse ni concebirse sin la figura de Delibes. Entre sus muchos logros, quisiera destacar uno que, en mi opinión, define a los grandes escritores de la Historia: la creación de personajes arquetípicos que pasan a formar parte del acervo cultural de un pueblo. Yo crecí con Daniel, el Mochuelo, ese muchacho tierno que marcó las lecturas de varias generaciones de colegiales españoles. A Delibes le debemos haber puesto cuerpo y nombre a la opresión latifundista, una de las muchas formas que toma la jerarquía caciquil para desplegarse, pero que ya nunca más en nuestra mente podrá explicarse sin mencionar a Paco, Régula y Azarías.
En la pluma de Delibes, todos hemos sido herejes, hemos sentido en carne propia la desesperación del brutal choque contra el poder al que suele estar condenado el pensamiento, que es casi siempre sinónimo de disidencia. Abrigados bajo la zamarra de Cipriano Salcedo, asistimos al siglo XVI en Castilla y susurramos un canto a la libertad de conciencia, que el paso del tiempo se empeña en mantener actual. Cuentan que Miguel Delibes, el escritor deslumbrante y honorable, hace diez años que ya no está. Pero a juzgar por su literatura y su ejemplo, la suya se me antoja una manera grande de seguir estando.
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