Un triángulo amoroso abre la temporada sinfónica

Mahler es el vértice dominante del triángulo, el que se casará con Alma, alumna de composición de Zemlinsky –su profesor enamorado–, y quien será testigo del despertar de un niño prodigio llamado Korngold. «Es un programa en torno a ella y me hubiera gustado hacer alguna de sus obras, pero solo compuso canciones, nada de música sinfónica, lo que nos habla del papel de la mujer en su momento. Así que no está sobre la partitura pero su espíritu sí», explica Brönnimann que se estrena en este podio. Su debut está siendo intenso ya que ha dirigido un programa de música india en Valladolid y en el Auditorio Nacional de Madrid y después este programa europeo. «La orquesta tiene un alma musical grande. Esta semana es intensa. La música india tiene un ritmo y un modo muy peculiar, muy elaborado».

Si hay un sentir común a los tres compositores para el director es «nostalgia». «El lenguaje de Korngold es el más rico, parte de la herencia de Richard Strauss, pero en las tres obras hay esa sensación de delicada tristeza. La obra de Zemlinsky tiene más relación con Mahler y Schönberg, de quien fue profesor. Pero 'La sirenita' se toca muy poco, será la primera vez para la OSCyL. Quizá sea porque cuando se estrenó estuvo acompañada de obras 'escandalosas' y llegó a ser olvidada. El propio compositor no estaba del todo contento y la recortó. Luego hubo una nueva edición en 1984 y vivió un renacer. Finalmente en 2014 se hizo otra en la que se corrigieron errores. Así que para el oyente será un lenguaje conocido en una obra desconocida».

Y 'Blumine', ('Floral', con el subtítulo de 'en las horas más felices') es un movimiento que escribió y desechó Mahler para su primera sinfonía. «Es verdad que son obras en las que hay muchos instrumentos, muchos recursos, casi una sobrecarga, sin embargo su esencia nos lleva a tocarla como si fuera música de cámara, música íntima», dice Brönnimann.

'La sirenita' que adapta el austriaco cuenta la fascinación de ella por los humanos, hasta el punto de cambiar su voz por piernas. La bruja pone sus condiciones; conservará la apariencia humana mientras el príncipe amado no se case con otra mujer algo que no podrá ser. Zemlinsky lleva a la música su desamor, su desencanto, a través del cuento de Andersen en su versión más cruda.

Brönnimann, que fue director titular de la Orquesta de Oporto, reside en Madrid desde hace quince años. Desde Barajas viaja al resto de orquestas. «Se calcula que en este tiempo de pandemia se ha perdido entre el 10 y el 20% de público de la música, pero creo que es una oportunidad también. Si algo nos ha demostrado esta experiencia es que la gente demanda música aunque quizá la forma de llegar a ella sea distinta. También que el regreso al directo, por las limitaciones, se hizo con programas más cortos, de dos horas a una y sin descanso, algo apreciado por el público y que habrá que tener en cuenta. Además nos hemos hecho menos previsores, se venden menos abonos y la gente compra más a última hora», apunta el maestro. «Por otra parte, tenemos el reto de recuperar a los que aún no han vuelto a las salas y eso es bueno para los artistas».

La suya es la primera vez en Centro Cultural Miguel Delibes, auditorio que aprecia, no así la de Midori, que vuelve a una orquesta que conoce y con la que ha compartido su otrora proyecto sociocultural, In Crescendo.

A Brönnimann se sucederá la próxima semana otro suizo, en este caso el nuevo director titular Thierry Fischer, que dirigirá un programa de presentación –Haydn, Say y Brahms– junto al chelista Alban Gerhardt.