Primero de los conciertos formado por miembros de la OSCyL con otros de orquestas de prestigio internacional. El Ensemble con miembros de la Filarmónica de Viena ofreció selecto programa que incluyó un estreno y uno de los septetos mas célebres de la historia.
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Como pórtico, el estreno de Martínez Burgos, encargo de la OSCyL. 'Liminalis' que según explica el compositor, hace referencia a 'límite' o 'frontera'. Algo de ello percibimos en la ambigüedad del comienzo agudo de la cuerda, motivo que con pequeñas modificaciones, surca la obra en la que los cambios se perciben en las dinámicas o las irrupciones de un determinado timbre. La obra toma altura pero pronto se apacigua para terminar en una meditación que aun sin resolver, transmite cierta serenidad. La sutil fluidez, mantiene en todo momento la atención del oyente. El compositor demostró capacidad e inventiva y recibió desde el escenario un merecido reconocimiento.
El 'Septimino' de Beethoven sonó con una madurez que solo pueden ofrecer músicos de categoría. Todos los movimientos, son seductores, portadores de un ritmo interno y una vivacidad, propias de un talento innato. La elegancia exuberante y contagiosa presidió la obra. Los siete músicos, dieron ese tempo especial de las grandes versiones. Íntimo el adagio, para dar entrada al minueto más famoso. Su síncopa es motor que nos engancha. La versión de ayer comandada por el violinista Maxim Brilinsky fue excelente. Después las variaciones dieron lugar a empastes que no dejan de sorprender aun en nuestros días. El tiempo final fue un goce total alimentado por el motivo de la trompa, contestado por el violín y cerrado por los demás instrumentos como una obra en la que todo encaja a la perfección. La experiencia nos supo a poco.
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