Krzysztof Urbanski es otro de los nuevos valores de una generación que está sentando las bases de la dirección del siglo XXI.
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Este joven polaco ... empezó su lección con una selección del ballet 'Romeo y Julieta', de Prokofiev. Aunque en la selección no observamos demasiado cuidado en los matices, el sonido fue bien apoyado en las secciones de la Orquesta. Hubo lirismo, transmitido con certeza, destacando esa joya que posee la suite nº 2, 'Capuletos y Montescos', en la que la exposición del tema principal con otros afines, nos llegó con total claridad.
El director presumió de muy buena memoria y nos dejó ya una grata impresión, que confirmó después con una versión excelente de la 'Sinfonía nº 5', de Shostakovich. La obra, que demostró conocer en profundidad, fue una continua sucesión de hallazgos audaces. Sus virtudes: agilidad, gesto claro, anticipación y marca exacta, dejaron huella en la articulación de los distintos planos, transmitidos con un dominio absoluto de las dinámicas. La orquesta sonó con empaste sobresaliente. La agilidad vertida en el allegro, fue sumando detalles, como el impecable unísono de los violonchelos y la ligereza del vals. En el largo, el director enlazó muy bien la continuidad del discurso, con la cuerda como protagonista, dejando para el final uno de los instantes más conseguidos de la tarde. En el allegro que cerraba la sinfonía, los refuerzos de los metales y la percusión, pusieron el colofón a una versión extraordinaria, en la que la orquesta volvió a demostrar su calidad, con menciones para los solistas, aunque la realidad es que todas las secciones estuvieron a un gran nivel.
En ningún momento pensamos en las vicisitudes del autor cuando compuso la obra. Solo disfrutamos de su sinfonismo particular, lleno de sentimiento, ajeno ya a toda descripción.
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