Liz Moore, Jokin Urtasun, Iván Artaraz y Jordi Creus forman el Cuarteto Ribera. Antonio Macías

La compleja sencillez del último Beethoven

El Cuarteto Ribera aborda el tercer programa del ciclo que celebra el 250 aniversario del compositor confrontándolo con Schubert en el Museo Nacional de Escultura

Victoria M. Niño

Valladolid

Miércoles, 25 de noviembre 2020, 07:47

Beethoven se ha hecho hueco, a pesar de la excepcionalidad de su año, también en el Museo Nacional de Escultura. El Cuarteto Ribera ... recorrerá la partitura camerística más otoñal del compositor seguida de uno de sus herederos, Schubert, en dos conciertos, el jueves y el viernes, con todas las entradas vendidas. Queda la posibilidad de acudir al ensayo abierto este miércoles, a las 17:30h.

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Bajo el título de 'La sombra de Beethoven', los Ribera tenían programados un ciclo de cuatro citas de las cuales se han podido celebrar tres. «La idea era reflejar el desarrollo de la obra del compositor y su influencia en la música posterior. Él bebe de Haydn y Bach y supone la transición del barroco al clasicismo, aunque es mucho más que una transición. Beethoven la avanza hasta la sonoridad del siglo XX», explica Jokin Urtasun, viola del Cuarteto Ribera. «Todos los compositores posteriores son hijos de Beethoven y en este programa se ve con Schubert».

Interpretarán el último cuarteto de Beethoven, el opus 135, «muy propio para el otoño y con el de Schubert, 'La muerte y la doncella', contienen dos de los movimientos lentos más bonitos del repertorio camerístico, son dos joyas de humor muy otoñal».

Sin embargo, los Ribera están viviendo un otoño de hoja perenne con bastantes citas en la agenda. «La cámara se ha redescubierto como música ideal para tiempos de restricciones de aforos y distanciamiento social, también entre los intérpretes». Más cortos e íntimos y menos arriesgados que los conciertos de música sinfónica, así es la propuesta original de la camerística.

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Voluntad de trascender

«Tenemos un público muy fiel, que ya ha agotado todas las entradas», dice Urtasun. «Durante el ciclo han podido ver el arco de la obra de Beethoven, cómo busca la complejidad, cómo se aleja del público. Tiene el deseo de trascender, escribe música para editoriales, no depende de la corte. Es un compositor ilustrado. Sin embargo, ya al final regresa a una aparente sencillez. Después de haber escrito partituras marcianas, propias del XX, parece que repara en tres aspectos básicos y escribe algo naif. Sin embargo es música que se te mete en la cabeza como un gusano, no dejas de cantarla», apunta el violista. Por otra parte, la concepción del cuarteto y los papeles de las cuatro voces diseinten de la tradición. «Ya no es un violín primero que canta la melodía principal y los otros tres músicos se supeditan a él, sino que son cuatro voces que comparten protagonismo, tienen papeles semejantes en importancia. En eso Schubert es más clásico».

El Cuarteto Ribera, residente en el Museo Nacional de Escultura, ha ido proponiendo programas ligados a las exposiciones. Esta es la primera vez que el Museo organiza una semana en torno al programa musical. Aún no saben si su residencia continuará, pero celebran la feliz unión que les ha llevado a poner su arte en relación con Miró o Berruguete, por citar dos programas.

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