Arteta canta a Lorca en Valladolid
La soprano levantó al público del Zorrilla y el teatro bautizó una butaca con su nombre
Victoria M. Niño
Sábado, 1 de abril 2017, 17:36
La voz y el poeta era el nombre del recital. Ainhoa Arteta y Federico García Lorca, con permiso de Rubén Fernández Aguirre, podía llamarse también. El teatro Zorrilla acogió el concierto de la soprano vasca en torno a poemas del granadino, con música del propio Lorca, de García Abril, García Morante, García Leoz, Montsalvatge y Miquel Ortega, ante un patio de butacas lleno.
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Las azucenas del escenario pusieron el único blanco de una noche en rojo y negro. Gitanas, toreros, lunas, abanicos, morlacos, pícaros, y niños, pueblan los poemas cantados por la guipuzcoana. Al piano, su cómplice, Rubén, entregado a sus manos y vocalizando cada sílaba con ella. Son casi dos años girando con este espectáculo. Divido en dos partes, comenzaron ambas con música del poeta, de ese Lorca que se prodigó en la música y el dibujo, artes que envolvían su devoción teatral.
Sostiene Arteta que la canción española está a la altura del lied alemán, pero no deja de sorprender la copla en una voz cultivada para la ópera. El Café de Chinitas y la Nana sevillana fueron el punto de partida de un recital in crescendo.
A Arteta le gusta explicar el porqué de la música elegida y el porqué de otras cosas. Pronto hizo notar su condición de vasca, cantando a un poeta andaluz universal en la música de turolenses, catalanes y navarros. Aludió al arte como comunidad por encima de cualquier otro criterio y subrayó el «mensaje subliminal» de lo dicho. García Abril es reconocido por sus bandas sonoras y Arteta quiso demostrar la habilidad del maestro para la canción. Zorongo inició ese ciclo y en la segunda parte se pudo escuchar otra partitura del propio Lorca sobre su texto. La soprano incidió en la infinita modernidad de un poeta a la que generación tras generación de compositores le ponen música.
El ciclo de Manuel García Morante, pianista acompañante de Victoria de los Ángeles, es el más rompedor, el más «transgresor » y el que más matices exigió a la cantante. García Leoz resultó rítmico y sencillo tras Morante.
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La segunda parte comenzó con el Lorca músico de nuevo y el Anda, jaleo y Los cuatro muleros fueron sublimados por una Arteta que enfiló sus ciclos más brillantes. De Montsalvatge eligió las Canciones para niños, compuestas para Montserrat Caballé. La soprano cantaba con el beneplácito de su hijo pequeño, quien acudía a oírla en casa cuando estudiaba esta parte. Pidió al público que dejara salir al niño de su interior y ella liberó la suya para cantar con su voz adulta y los ademanes de una niña. Lagartos y caracolas, plazas y requiebros aparecieron entre los flecos de su mantón de Manila.
Ydespués de García Morante, la música más conmovedora de la noche, la de Miquel Ortega. «Es un gran amigo y director, ahora en el Teatro de la Zarzuela». Memento es una de las canciones preferidas de Arteta dentro de su repertorio. «Es como si Lorca tuviera un premonición de lo que le iba a la pasar cuando escribió este poema». Yel lamento concitó al público de nuevo. Romance de la Luna, Luna y La canción del jinete cerraron el recital. La mejor Arteta estuvo en el final, dejando con ganas de más y sobrando los poemas grabados. Para poder mantener la concentración de artistas y público, convendría concentrar los aplausos tras cada ciclo. Y un pianista como Rubén Fernández Aguirre, merece algún solo.
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Enrique Cornejo agradeció a Ainhoa su talento y le entregó la placa que lucirá la butaca 12 de la fila 2, de un patio cada vez más dorado.
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