El Museo de Escultura confronta su iconografía sacra con el arte mundano de Santiago Ydáñez
El Cristo de la Sangre, de Nicolás de Bussy del siglo XVI, convive en una sala con el creado por el artista jienense junto a una decena de piezas contemporánas colocadas frente a obras icónicas de Juni y Gregorio Fernández
Arte profano que bebe de la iconografía religiosa, desacralizar creando sugerentes y provocativas combinaciones, ese es el afán que mueve a Santiago Ydáñez (Jaén, 1967), ... pintor de grandes formatos, escultor y coleccionista de arte invitado por el Museo Nacional de Escultura con el propósito de que algunas de sus piezas convivan en las salas con las de Juan de Juni, Alonso Berruguete y Gregorio Fernández, entre otros.
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La exposición 'Intersectio' se inscribe en la programación cultural conmemorativa del 150 aniversario de la fundación de la Real Academia de España en Roma, en la que el propio Ydáñez fue residente. Su pasión por el Barroco le ha llevado en varias ocasiones a visitar el Museo Nacional de Escultura, donde hasta el 16 de julio se exhiben once piezas repartidas por siete salas en diálogo con las de la colección.
La obra más espectacular se ha colocado en la sala 20, se denomina 'La Fuente'. Se trata de un Cristo de madera de cedro, con pelo artificial en una postura inclinada que le convierte en una cruz en sí mismo, con un hilo de sangre manando en vertical sobre un cáliz. Una pieza inspirada en el Cristo de la Sangre, de Nicolás de Bussy (1640-1706) tallado en ciprés, pieza invitada prestada por la Archicofradía de la Preciosísima Sangre, procedente de la iglesia del Carmen de Murcia, ciudad en la que procesiona.
«Advertí a las cofradías que mi pieza no es un santo y lo tomaron bien; salieron hasta devotos»
Santiago Ydáñez desgranó un puñado de anécdotas durante el recorrido por la exposición. Una de ellas tuvo que ver cón cómo fue acogido su Cristo denominado La Fuente cuando fue presentado a las cofradías tras inspirarse en El Cristo de la Sangre, de Nicolás de Bussy, que se venera en la iglesia del Carmen, en Murcia. «Les advertí que mi pieza no es un santo y los cofrades lo tomaron bien, salieron hasta devotos; hubo una señora que metió los dedos en el cáliz y se santiguó», relató el artista.
Solo una vez había salido de su iglesia este Cristo para una muestra en la Expo de Sevilla, por lo que el préstamo tiene «un componente excepcional dada la gran veneración» que se le profesa en el lugar en el que se custodia, apuntó Javier Andrés, comisario y conservador del Museo Nacional de Escultura.
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Los trabajos de Ydáñez guardan desde 2006 una estrecha vinculación con el arte sacro, que, indicó, «desacralizo convirtiéndolo en mundano; así me emocionó el Cristo de la Sangre y elaboré mi propia versión», reseña quien ha visto en Juan de Juni o Gregorio Fernández como inspiradores de cabecera con vistas a su creación contemporánea.
En otra sala un lienzo de La Dolorosa en formato monumental recrea el gesto de desgarro frente a la Piedad –pieza icónica del museo– y una Santa Teresa de Gregorio Fernández. Una cajita de madera con material arqueológico y la pintura incrustada de una Dolorosa complementan la escena en un itinerario artístico con guiños a la ocurrencia, como el que ofrece una maqueta en madera del altar de una capilla en cuyo medallón despunta pintada la cabeza de un conejo. Esta obra comparte espacio con un retablo de la Resurrección del siglo XVI creado por Benedetto Rabuyate y Gaspar Palencia.
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En la misma línea se confrontan relicarios adquiridos por Ydáñez en subastas de antigüedades a los que se ha añadido imágenes pintadas de un jilguero, todo ello conviviendo a escasos metros de un Calvario de Juan de Juni de 1540. Ajeno a cualquier reproche de irreverencia, el artista jienense sostiene que su arte toma la iconografía religiosa como fuente de inspiración convirtiéndola en «mundana». Una apuesta que le lleva también a fusionar piezas antiguas y contemporáneas para lanzar mensajes. Así lo ha hecho con cuerpos por él creados en bronce y terracota que simulan figuras de un futbolín a las que ha añadido cabezas de santos y obispos talladas en madera en el siglo XVIII. «Es un trabajo que relaciona el fanatismo religioso y el deportivo –arguye el artista–; es mi forma de unir mis dos pasiones, lo lúdico y la imaginería».
Que esta muestra sirva para poner de relieve que el Museo Nacional de Escultura «es fuente de inspiración para artistas contemporáneos a los que fascina» es el otro cometido de 'Intersectio', en palabras del comisario Javier Andrés.
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