Luis Marigómez vislumbra la conexión entre la poesía y fotografías de la naturaleza

Las imágenes no están solas, sino que se completan con versos que proponen conexiones entre la creación visual y la intelectual. «Los poemas muy a menudo dan cuenta de una imagen, pero no hay un hilo narrativo en la exposición», asegura Marigómez, quien defiende la aproximación del autor a su obra a través de esa idea del vislumbre. «Es un proceso por el que te acercas a aquello que quieres decir, que quieres contar. Nunca damos con la cosa en sí, pero hay momentos mágicos en los que te encuentras con lo que quieres explicar y das cuenta de ello».

Aquí el objetivo apunta al «asombro» y a los instantes felices de «los pequeños prodigios» de la naturaleza. Las formas del agua, lo mineral, lo vegetal se convierten en centro de una mirada curiosa que Marigómez cultiva desde niño. «Normalmente escribo, pero mi primera expresión fue a través de la fotografía», explica. Tuvo su primera cámara con diez años.

La consiguió después de completar una colección de cromos (de coches) que daban con unas pastillas de chocolate que su familia vendía en la tienda para todo (ferretería y comestibles) que atendía en Nava de la Asunción. Aquella fue la cámara inaugural de muchas con las que Marigómez ha retratado un mundo. «Entre el abanico de luces y sombras, con las formas y los colores que salen al paso, a veces deslumbrantes, puede que perturbadores, aparecen vislumbres de algo que no termina de definirse, que siempre escapa», explicó el autor durante la inauguración ayer de la muestra.