Rico y Arias defienden la literatura de la vida que dictó Cervantes
El académico y el actor protagonizaron la segunda sesión de 'Cómicos de la lengua' en el Teatro Calderón de Valladolid
Victoria M. Niño
Martes, 23 de febrero 2016, 12:39
Ni gorgueras, ni polainas. Con americana, papeles sobre el atril y fondo de escenario negro, así salieron el académico Francisco Rico y el actor Ernesto Arias a contar al público su Quijote. Y no hizo falta atrezzo ni convenciones dramáticas más allá de la voz. Los dos demostraron ayer en el Teatro Calderón que la «sustancia oral» del texto cervantino es proteica.
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La segunda sesión de Cómicos de la lengua, iniciativa de la Real Academia de la Lengua y el Teatro de la Abadía, tuvo como protagonista a Don Quijote de la Mancha. Para Arias, un personaje mayúsculo, para Rico, el motor de buena parte de su vida académica. Comenzó el el filólogo a defender esa novela «no escrita por Cervantes», su provocación se encaminó enseguida hacia la senda de la oralidad, de la condición de narración viva recogida por otros que poco a poco la fueron modelando y deformando. «El Quijote fue dicho por Cervantes», sentenció pronto con una voz que acusa el humo inspirador. Pero ese libro «hablado», que ha cautivado a lectores de todo el mundo, que se ha convertido «en el único best-seller durante cuatro siglos», ha universalizado a su protagonista. «Ningún personaje de los llamados escritores nacionales, Shakespeare, Dante o Goethe, ha logrado lo que el Quijote. Los lectores, como Borges, le consideran su amigo», seguía el académico vallisoletano.
Rico no ha logrado un argumento que satisfaga racionalmente este misterio, aunque sí desgranó razones que lo apuntalan. «Las obras literarias se hacen con mimbres de este arte, que los críticos pueden juzgar. Pero el público no recibe una novela con esas mismas razones. Si les gusta es por razones humanas. Y fundamentalmente el libro de Cervantes, este que escribió al final de su vida, cuando había pactado con el empresario del teatro que le iba a escribir las mejores obras, cuando había anunciado que el Persiles sería también lo mejor, es un libro divertido y sencillo».
Esos son dos de los motivos a los que atribuye Rico su éxito. La poca modestia de Cervantes es bien simulada por el manco en el prólogo del Quijote que leyó Ernesto Arias.
Sin artificio
Arias dio voz a Cervantes en un texto que contrapone la moda del momento, el gusto por la erudición, por el ornamento y el artificio a su obra que quiere darla «monda y desnuda». El escritor, «socarrón y viejón» ya, se ríe del afanoso arte de querer aparentar saber más de lo que se conoce mediante «latinicos», citas, prólogos, epílogos y anotaciones, las mismas argucias que perviven hoy. La treta del consejo de un amigo, que no es otro que el propio Cervantes, le sirve el catálogo de recursos que podría utilizar. Sin embargo este es un texto «a la llana», como dice Quijote a los cabreros. «Cervantes pretende el lenguaje de la vida», dice Rico.
En su segunda intervención se centró su discurso en torno a la consideración de novela realista, la que da pie al realismo posterior. «La realidad es la del lenguaje no de lo narrado. Cervantes dice disparates porque su novela es para ser dicha, la entonación da sentido a la imperfección de frases como el cura pidió las llaves a la sobrina del aposento. La prosa de Cervantes no es literaria al modo de Góngora o Quevedo. Si contara literariamente el trasfondo de los libros de caballerías no se entendería a Don Quijote, lo que le da sentido es que lo traslada al plano de la realidad». Retomó Arias la lectura con un episodio de Sancha, la mujer de Sancho, «que en realidad tiene unos cuatro o cinco nombres en el libro porque a Cervantes le da igual, le interesa el personaje. Y lo que es común a todos sus personajes es su punto de humanidad», terminó Rico.
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