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Los emprendedores, en una de las zonas más céntricas del pueblo, en las inmediaciones de la Casa del Parque. S.G.
Sobradillo, el lugar perfecto para escapar de Madrid y emprender

Sobradillo, el lugar perfecto para escapar de Madrid y emprender

Cinco personas escogen la localidad, de menos de 300 habitantes, ubicada en pleno corazón de las Arribes salmantinas, para sacar adelante sus negocios

Silvia G. Rojo

Salamanca

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Lunes, 1 de enero 2018, 17:42

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La última revisión del padrón, dada a conocer ayer, revela que Castilla y León es la comunidad de España que más población ha perdido en el último año. En concreto, la región rebajó su padrón en 21.718 habitantes, el 0,89% de su población total, de manera que vuelve a colocarse a la cabeza de la sangría demográfica, como ya ocurrió en el ejercicio anterior. La población se situó en los 2.425.801 personas a 1 de enero de 2017, de los que 1.195.251 son hombres y 1.230.550 son mujeres.

Pero a pesar de la cruda realidad, siempre existen motivos para la esperanza, grandes historias que hacen pensar en que el futuro en el medio rural es posible, como ponen de manifiesto los relatos de estos cinco emprendedores: Pedro Guerrero, Ana Cámara, Jimena Acosta, Jaime Cámara y Javier Marcos.

Quizá, tenga poco de novedoso dejar la ciudad, en este caso Madrid, e instalarse en las Arribes salmantinas, en Sobradillo; pero sí que es cierto que han apostado por ideas diferentes como medio de vida.

Pedro Guerrero y su mujer, Ana Cámara, se instalaron en este pueblo, del que es oriunda la madre de ella, hace algo más de dos años y medio porque «vimos una oportunidad para escapar de Madrid, para vivir de otra manera».

La aventura de Pedro tiene nombre propio, ‘El Patio del Arco’, una casa de turismo rural que va más allá del alojamiento ofreciendo actividades en el entorno. Pero conscientes de lo complicado que son los comienzos, Pedro no ha abandonado del todo el trabajo de organizador de eventos que desarrollaba anteriormente. «Hemos cambiado el chip y en vez de salir desde Madrid a otros lugares, me muevo desde aquí». Hay ocasiones en las que permanece fuera una semana pero, «a veces, viajo tan solo 24 horas».

«De alguna manera todos somos colaboradores de todos», comenta, para dar paso a la historia de Ana, que tras 15 años dedicándose al sector del turismo, no volvió la vista atrás cuando decidió aprovechar las tierras familiares para plantar almendros y cultivar viñas.

La mujer reconoce que buena parte de su proyecto de incorporación, en el que también se incluyen algunos frutales, es obra de su hermano Joaquín, doctor ingeniero agrónomo y defiende que el modelo de agricultura que quiere hacer «es diferente de cómo se hace aquí. Yo no quiero coger las almendras y llevármelas a casa, quiero distribuirlas a través de grupos de consumo y también he estado mirando para transformarlas porque la clave es llegar al cliente final».

Algún vecino de Sobradillo también le ha ayudado con su tractor. «Nos han recibido muy bien, están encantados, sobre todo porque nos ven con mucha ilusión».

En este sentido Pedro añade: «igual que creemos que hemos aportado, la gente de aquí nos ha aportado mucho, la cercanía de la comunidad es algo a lo que nosotros damos mucho valor».

Sobradillo no cuenta con un censo de más de 230 habitantes y su estimación es que en invierno no viven más de 150 personas, pues muchas son mayores y están en residencias o la época más dura la pasan en las ciudades con los hijos. Ninguno de ellos niega que los pueblos sean duros, y aunque «siempre idealizas un poco», comenta Pedro, la clave que aporta Ana es la de «tener siempre algo que hacer. Aquí los tiempos van de otra manera, más despacio, pero si tienes algo que hacer, no te aburres».

De este grupo de cinco, el único que tiene la vida dividida entre Sobradillo y Madrid es Javier Marcos Gajate que, junto con su hermano y un primo más, montó la bodega Pedro Gajate, en memoria de su abuelo. Bromea con el hecho de que «en los últimos tres años he estado la mitad del tiempo empadronado aquí y la otra mitad en Madrid». Su madre también es natural de Sobradillo y la vinculación con el pueblo ha estado ahí desde pequeño. «Siempre me ha encantado venir y aunque me canso más físicamente por todo lo que tengo que hacer en las viñas, desconecto». A su tarea como viticultor, se suma la de ingeniero informático, y desde el año 2008 mantiene una consultoría junto con otro socio. «Tener mi propio negocio me permite organizar mi tiempo, sino, sería imposible porque hay que estar muy pendiente del vino».

Habrá quien se pregunte, qué tiene que ver la informática con el vino, y en un principio, parece que nada, pero la inquietud siempre estuvo ahí y en 2014 se formó a través de un máster en viticultura y enología. De nuevo aparece el nombre de Joaquín Cámara, «él aportó mucho, y el estudio del suelo lo hizo él, hemos tenido a los mejores técnicos dándonos consejos». Sobre la posibilidad de instalarse definitivamente en el pueblo, no lo ve del todo claro por su situación personal, pues su mujer y sus dos hijos están en Madrid, por ahora.

Precisamente, los tres hijos de Ana y Pedro y el hijo de Jimena y Jaime, consiguieron dar un giro a la escuela del pueblo. «Cuando llegamos la iban a cerrar porque el número mínimo de alumnos es cinco pero, de repente, había nueve estudiantes porque llegó un alumno más».

Pero siguiendo con las ideas empresariales, una de las más curiosas puede ser la de Jimena Acosta, que con la firma ‘Yimis’, elabora prendas para el cuidado íntimo, desde compresas y salva slips de tela para la menstruación e incontinencia a protectores para bebés o discos de lactancia. Junto con su pareja, Jaime, fueron los primeros en llegar hace más de tres años y medio y, ante las nulas posibilidades laborales, «la cabeza se pone a funcionar, nadie te va a ofrecer un empleo porque no hay gente, así que yo me lo tenía que buscar y de ahí este taller con el que llevo un año».

En Madrid «vivíamos agobiados», reflexiona, y aunque dice no arrepentirse de haber dado el paso, «salimos mucho a ferias y eso también te sirve para desconectar unos días». Cuando llegó a Sobradillo, su hijo tenía un año y recuerda que «todos los días me acercaba con él al patio del colegio para que viera niños».

Su pareja, Jaime Cámara, acaba de inaugurar un taller de cerámica y pone de manifiesto que «aquí las condiciones son diferentes a Madrid, hay espacio para las ideas» y lo aclara: «En Madrid este taller sería impensable, estaría asustado pensando cómo levanto el alquiler pero aquí soy feliz porque veo que puedo con ello y tengo muchas ganas de hacer lo que llevo dentro, de ponerme a tornear». Concluye que no quiere hacerlo solo y su invitación es clara: «Tengo tornos y barro para mucha gente».

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