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El cerrojazo antivirus cobró una nueva dimensión. Con dos noticias que llegaron escalonadas, que es como se suceden los impactos en este estado de alarma que ayer vivió su día 1 propiamente dicho, cuando el país amagó con recuperar la normalidad laboral y se encontró un paisaje cuajado de mascarillas y militares en las calles. Primero fue el ministro Ábalos, uno de los cuatro referentes antivirus del Gobierno, el que anticipó que este estado de alarma se va a ir a más de dos semanas seguro. Que no es sorprendente, vistos los cincuenta días de parón en China y lo que ya lleva Italia. A Francisco Igea, vicepresidente de la Junta, le pareció «bastante razonable». «Las previsiones dicen que menos de un mes es poco probable», admitió. Después, a las cinco de la tarde, fue el turno de Marlaska, que anunció el cierre de las fronteras españolas.
Aislados en casa y aislados del mundo. Y en ambos casos, con la excepción de permitir el abastecimiento y aquellas actividades que ayuden a cubrir «necesidades básicas».
Unas necesidades básicas que han variado considerablemente en este nuevo modo de vida 'a la coronavirus'. El Gobierno las ha enumerado. Comprar alimentos, adquirir medicamentos y trabajar solo si es imprescindible. Hasta ahora, grandes fábricas como Renault o Iveco, núcleos productivos que insuflan vida económica a la región, pretendían regresar al tajo con cierta normalidad. Con sus turnos establecidos, sus recomendaciones a los sindicatos y un ojo puesto en la evolución de los acontecimientos. Poco a poco desistieron de la idea. Al contrario, fábricas cuyo cometido hace escasos días era apenas relevante para sectores concretos se han convertido ahora en imprescindibles. Hay que producir guantes, mascarillas, respiradores, desinfectantes. Esa es ahora la primera necesidad y el Gobierno ha advertido que utilizará todos los medios a su alance para garantizarla.
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Por eso el transporte terrestre se cierra a todo lo que no sea necesario. Adiós, Schengen. Vuelve –de momento– la Europa con fronteras, algo que la normativa europea contemplaba en situaciones de emergencia. «Solo se permitirá la entrada en territorio nacional por vía terrestre a ciudadanos españoles; personas residentes en España, trabajadores transfronterizos y aquellos que acrediten, documentalmente, causas de fuerza mayor o situación de necesidad», advertía el comunicado del Ministerio del Interior, que desde la noche del lunes a las 00:00 horas tiene el respaldo inviolable del Boletín Oficial del Estado. El transporte de mercancías elude el cierre, aunque no el control, para poder «asegurar la continuidad de la actividad económica y de preservar la cadena de abastecimiento».
La batalla global, sin embargo, se desarrolla en otro escenario simultáneamente, el de la investigación médica. Verónica Casado, consejera de Sanidad, explicó que a 108 de los pacientes ingresados en Castilla y León se les están aplicando retrovirales, «que se han metido en los protocolos para intentar paliar la enfermedad». Actuaciones similares se siguen en otras comunidades, mientras científicos de todo el mundo buscan una vacuna o un remedio válido. Incluso, a pesar de elevarse el número de fallecidos y de contagiados, la consejera vio con alivio la «buena noticia» de que se habían registrado «tres altas más» en Castilla y León.
La comunidad, que había diseñado un plan de contingencia con tres niveles, ha pasado del 1, con algunos focos concretos en el 2, a extender por toda la región el nivel 3 en apenas cinco días. Y es que el virus, a pesar de los esfuerzos, contragolpea en el enfrentamiento. La Organización Mundial de la Salud alertó de que los enfermos recuperados pueden ser contagiosos hasta dos semanas después, lo que dificulta aún más la erradicación de este coronavirus COVID-19 cuya evolución ya ha llevado al estado de alarma a Italia, España y Francia, que se sumó este lunes.
El 5 de marzo, hace apenas once días, en toda España se habían registrado 208 casos. Ayer se contabilizaban, según el Ministerio de Sanidad, 9.191. «Castilla y León ha pasado de ser la cuarta comunidad en número de afectados a ser la novena», se aliviaba Verónica Casado. Y aseguraba que la clave, se había podido comprobar, la mostró Miranda de Ebro. El confinamiento rápido evitó la propagación. Por la tarde, un vídeo mostraba a jóvenes italianos dirigiendo mensajes a su 'yo' de hace diez días. «Quédate en casa», se recomendaban. Lecciones de anteayer, ya tan lejano, para un hoy que será decisivo en nuestro mañana.
La pregunta fue una constante desde que empezaron las ruedas de prensa del Consejo de Gobierno, ya diarias, el miércoles de la semana pasada: ¿hay material suficiente en los hospitales? La consejera de Sanidad, Verónica Casado, y el vicepresidente, Francisco Igea, insistieron en que el Ministerio de Sanidad ya había recibido la petición y había hecho las gestiones para que llegara cuanto antes. Ayer, sin embargo, le preguntaron a Igea si no generó alarma la Junta con su petición por redes sociales para que empresas y particulares enviaran mascarillas y equipos de protección individual. «Desde hace días hemos venido solicitando el material [al Gobierno]. Esa misma mañana –el domingo– se comunicó a la Delegación del Gobierno las necesidades que había. Se comunicó a empresas de manera interna. No es que generemos alarma, es que estamos en estado de alarma. Y nuestra obligación es que se genere el estado de alarma necesario para proteger a nuestra población y a nuestros profesionales», espetó.
Casado añadió que comezaron a buscar ayuda cuando recibieron, el domingo,«una llamada desde dos hospitales diciendo que tenían problemas». «Es clave. Debemos proteger a nuestros profesionales lo máximo posible», añadió.Casado explicó que el material del Gobierno había empezado a llegar, aunque «menos de lo que se había pedido».«Ahora estamos, de momento, bien», dijo, sin descartar que haya que hacer más llamamientos en el futuro.
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