El cambio climático reducirá el 10% las cosechas de trigo y hasta el 23% las de girasol
El estudio de COAG 'Empieza la cuenta atrás' estima que una subida media de dos grados de aquí a 2050 tendrá efectos muy negativos para los rendimientos de los cultivos
Los efectos del cambio climático están aquí. Sus consecuencias se evidencian de manera notable en el sector agrario, mucho más expuesto, y al que ya le pasa una factura anual de 550 millones de euros o, dicho de otro modo, cada ejercicio se pierde el 6% del valor de la producción como consecuencia del incremento de las temperaturas.
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Estos son algunos de los datos que recoge el estudio elaborado por COAG, 'Empieza la cuenta atrás', en el que se adelantan estimaciones nada halagüeñas para la sociedad en general y, el campo en particular, si no se revierten los patrones actuales de emisión de CO2.
Así, los modelos aplicados para el estudio calculan que con los datos vigentes y emisiones similares a las actuales, la temperatura subirá de media dos grados hasta 2050, lo que se va a traducir en que cultivos tan primordiales para Castilla y León como el trigo o el girasol bajen sus rendimientos un 10 y un 23%, respectivamente. La superficie de cereal ronda cada campaña los dos millones de hectáreas en la región, de ahí la relevancia de los datos.
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España corre un «serio riesgo de desertificación»
Pablo Resco, responsable de Riesgos Agrarios de COAG y autor del estudio, reconoce que el trabajo que han llevado a cabo es «complejo» dado que la información «está muy fracturada y hay que encajar muchas piezas del puzle», por lo que comienza aclarando que el cambio climático ha supuesto un aumento «drástico» de las temperaturas a lo largo de los últimos cien años y que ha sido la influencia del hombre la que ha contribuido, «en más de un 95% a ese incremento», como consecuencia de las emisiones de CO2, que suponen dos tercios de la subida de los termómetros.
De cumplirse las previsiones, los recursos hídricos podrían disminuir un 11% en los próximos 25 años, además de registrarse un incremento de la aridez o la pérdida de hábitat para las encinas en las dehesas, por ejemplo. Ese aumento de las temperaturas lleva aparejado un incremento de los fenómenos adversos como el pedrisco o las heladas, «que cada vez hacen más daño».
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Pero también, dos grados más de temperatura suponen que la intensidad de la sequía sea diez veces mayor y que por el contrario, «las lluvias sean más frecuentes en otoño y más concentradas, lo que dificultará la disponibilidad de agua para las plantas».
A más calor, «mayor repercusión en la cosecha de cereal y en la calidad de los cultivos», sin olvidar que aumenta la probabilidad de plagas ya que los insectos «hacen una menor parada invernal y se van a reproducir más».
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Resco alerta de que estos escenarios son perfectamente factibles y «si no tomamos medidas ya, nos vamos a situar en estos escenarios; en la zona Mediterránea, en la que se encuentra España, las consecuencias van a ser muy negativas» pues ya de por sí, el punto de partida es peor, con 250.000 hectáreas en peligro de desertización y una pérdida de fertilidad de los suelos por la erosión que se sitúa en el conjunto del país en el 1% anual.
El investigador sostiene que «la mejor batalla es la que no se tiene que luchar» y por eso, «la situación ideal es que no se llegue a 1,5 grados de incremento», algo que ya se baraja para la década de los 30.
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Adaptación
La adaptación de la agricultura ante un calentamiento moderado pasa por la introducción de nuevas variedades, por el adelanto de las siembras, nuevos sistemas de poda o el seguro agrario, «esto puede ayudar al sector a adaptarse a un calentamiento moderado pero cuanto mayor sea la subida, mayores impactos».
El propio técnico reconoce que esas medidas de adaptación tienen «una capacidad limitada que podría verse sobrepasada si no hay una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global y en todos los sectores». Además, ha adelantado que los seguros agrarios, una de las piezas claves de la política agraria en España, podrían tener dificultades para ofrecer una cobertura asequible por el incremento del riesgo, «aspecto que se ha evidenciado en las dos últimas campañas ante la magnitud de los fenómenos climáticos adversos y extremos que han afectado a nuestra agricultura».
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Viñedo
En cuanto a la superficie de viñedo de alta calidad en el conjunto del país podría reducirse en un 20%, algo menos en el caso de Castilla y León, asegura el experto; y en el caso del olivar, únicamente la variedad picual mantendría los rendimientos en secano en las zonas interiores de cultivo.
A pesar de que en el caso del viñedo se pueda pensar en que un aumento de las temperaturas y el menor riesgo de heladas sea algo beneficioso, los efectos negativos serán más notables y entre ellos se incluye el aumento del grado alcohólico, el aumento de daños por plagas y enfermedades o el exceso de desarrollo vegetativo frente al productivo.
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«Aunque algunos de estos efectos ya sean visibles, entender las consecuencias de los riesgos climáticos es la base para desarrollar estrategias de prevención del cambio climático y protección del mundo agrícola, a base de financiación y políticas regionales, nacionales y comunitarias. Tomar acción hoy de forma urgente con el objetivo de mantener el calentamiento por debajo de los 1,5 grados, es más eficiente y menos costoso. La prevención del cambio climático, por tanto, no sólo nos ayudará a proteger nuestra agricultura y economía, sino que también hará que un eterno verano no seque nuestra gastronomía, tradiciones, cultura e identidad» concluyó Miguel Padilla, Secretario General de COAG a nivel nacional.
Una población en aumento a la que hay que alimentar
Con una población mundial en aumento y que alcanzará los 10.000 millones de personas en el año 2050, los expertos ya adelantan que habrá que duplicar la producción de alimentos. Seguramente, las prácticas actuales no sean suficientes pero, en cualquier caso, tampoco ayuda este fenómeno del cambio climático.
En el estudio elaborado por COAG se resalta que estos impactos podrían provocar «desequilibrios entre oferta y demanda en el mercado mundial de cereales». Así, una caída de los rendimientos unida a la mayor demanda fruto del crecimiento de la población y de cambios en la dieta (FAO 2018), se asocia a una escasez que se puede traducir en el incremento de los precios y la volatilidad del mercado de cereales, «muy sensibles a comportamientos especulativos», recuerdan desde la organización agraria.
Por ejemplo, tal y como recoge el estudio de COAG, el cambio climático podría incrementar el precio de los cereales para 2050, entre un 3% en el caso del maíz y hasta un 30% en el caso del arroz. Estas «significativas y abruptas alzas» en los precios contribuirán a «aumentar la inseguridad alimentaria y la inestabilidad política, social y económica».
A nivel global, se espera que el rendimiento del cultivo de cereales en el mundo disminuya en un 5% por cada grado de aumento de temperatura. En España, el aumento de la sequía sería la principal causa de la pérdida de rendimiento, que podría ser agravada por el incremento de los daños por pedrisco o plagas.
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