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OPINIÓN

Aquella tarde de 2003

ANGÉLICA TANARO

Viernes, 7 de junio 2013, 16:03

Llevo acordándome desde hace muchas horas de una tarde lejana de febrero de 2003. En el café Lion DOr de la plaza Mayor de Valladolid había quedado con Rafael Doctor. Acababan de nombrarle director del recién nacido Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac) y estaba allí para hacerle una entrevista. No nos habíamos visto nunca, a pesar de que suyas son las fotografías de mi segundo libro de poesía, que acababa de publicar José Noriega en su milagrosa editorial El Gato Gris. Para mí era un artista y al mismo tiempo su nombre me hacía evocar interesantes exposiciones en el Espacio 1 del Reina Sofía, que dirigió durante un tiempo.

Recuerdo las sensaciones contradictorias que me produjo aquel encuentro, algunas de las cuales llegué a transmitirle en ese momento. Por una parte, su cercanía, su claridad, su falta de barreras para decir sus opiniones en torno al arte contemporáneo y su gestión en este país, fuera cual fuera la pregunta. Una bicoca para una periodista, acostumbrada a encontrarse con miedos, reticencias, frases a medias, sobre entendidos. Nada de eso había en la conversación con Rafael Doctor. Parecía que estaba hablando con un viejo conocido.

Explicó con nitidez su proyecto. Un proyecto arriesgado, mucho más arriesgado aún en una comunidad que a pesar de proclamar su vocación cultural y su deseo de saltar las bardas del corral (siempre que digo esta frase me acuerdo de mi añorado Avelino Hernández) y de eso que ahora llena la boca de los políticos: la internacionalización (menudo palabro) a menudo no encuentra el camino de despegue y se enrosca dando vueltas al mismo surco. De todo lo que dijo, elegí para titular la entrevista una frase cuya contundencia resumía su filosofía y su intención: «El Musac no tiene vocación de anticuario».

Yo escuchaba incrédula. Su idea del adjetivo contemporáneo era tan radical que me parecía que pasábamos de la nada al sueño. ¿Sería posible? ¿De verdad una institución apoyada por un Gobierno regional contribuiría a poner en el mapa de la actualidad cultural a Castilla y León? Porque ese era el objetivo del recién nombrado director: que el Musac se convirtiera en un centro de referencia cuando menos nacional. Le deseé suerte y me fui de allí tocando madera.

Desde entonces cada vez que entraba en el contundente edificio (por sí solo una obra de arte) que alberga el Museo que efectivamente ha puesto en muchas ocasiones el nombre de Castilla y León en los medios artísticos nacionales e internacionales pensaba que estaba asistiendo a un milagro. Exposición tras exposición (más o menos acertadas por supuesto y algunas discutibles pues así debe ser la cultura, algo a debatir) pensaba en el revulsivo que un proyecto así suponía en una tierra acostumbrada a mirar al pasado. He disfrutado, debatido, cuestionado, celebrado cada una de sus inauguraciones. Me he asombrado con algunas propuestas y siempre he salido de allí con estímulos creativos nuevos.

Y ahora ¿por qué hablo de todo esto con melancolía?

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