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Juanma de Saá
Viernes, 10 de mayo 2013, 22:54
La patrulla de Control de Fauna de la Junta de Castilla y León actúa en la localidad zamorana de Monfarracinos para evitar el asentamiento de un pequeño grupo de cotorras argentinas para evitar que esta especie exótica se asiente en la provincia.
La cotorra argentina (Myiopsitta monachus) tiene una apariencia llamativa debido a su plumaje verde y a su pico amarillo pero se ha convertido en un verdadero problema en muchas ciudades españolas. «La presencia de estas aves en la naturaleza se debe a que algunas personas las adquirieron como animal de compañía y, al cansarse de ellas por su carácter chillón y violento, las soltaron ilegalmente», indicaron fuentes del Servicio Territorial de Medio Ambiente de la Junta en Zamora.
La falta de depredadores y su capacidad para comer prácticamente de todo, desde hierba hasta cipreses, pasando por piñas, y fruta, ha facilitado su proliferación. Por este motivo, la Junta de Castilla y León pidió a los ciudadanos su «colaboración evitando la compra y suelta posterior de especies invasoras» y recordó que la provincia de Zamora ya estuvo a punto de sufrir las consecuencias de la suelta ilegal de esta especie invasora en los años 90.
Potencial colonizador
Estas aves exóticas tienen un «gran potencial colonizador» y constituyen una «amenaza grave» para las especies autóctonas, los hábitats y los ecosistemas, por lo que se encuentran incluidas en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, de modo que está prohibida su introducción en el medio natural, su posesión, transporte, tráfico y comercio. «Se caracterizan por ser un gran depredador de su entorno y construir grandes nidos, generalmente sobre árboles, aunque también usan otro tipo de mobiliario como farolas o torretas eléctricas», apuntaron las fuentes de Medio Ambiente. «Los nidos, con un peso de hasta 150 kilos, causan daños en los árboles y llegan, incluso, a matarlos. Además, muchas ramas se rompen debido al peso y ponen en peligro a los transeúntes», agregaron.
Además de los perjuicios ecológicos, las colonias de cotorras causan «graves daños a los agricultores en los lugares donde se instalan y problemas a los vecinos por su carácter ruidoso». Un ejemplo de ello es lo sucedido en las localidades próximas a El Prat, en Cataluña, donde un grupo de cotorras arrasó el 80 por ciento de la cosecha de los huertos de la zona.
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